Fata la parte (Juan del Encina)

Con música y letra de Juan del Encina: "Fata la parte" (del Cancionero de Palacio)


FATA LA PARTE
Juan del Encina
(Cancionero de Palacio)

Fata la parte, fata la parte, tutt'ogni cal,
que es morta la muller de Micer Cotal!

Porque l'hai trovato
con un españolo
en su casa solo
luedo l'hai macado.
Lui se l'ha escapato
por forsa y por arte.

Fata la parte, fata la parte tutt'ogni cal,
que es morta la muller de Micer Cotal!

Restaba dicenddo,
porque l'ovo visto,
¡Oválas me, Cristo!
el dedo mordiendo,
gridando y piagendo:
¡Españoleto, guarte!

Fata la parte, fata la parte, tutt'ogni cal,
que es morta la muller de Micer Cotal!  (bis)


¡Guarda si te pillo,
don españoleto!
Supra de mi leto
te faro un martillo,
tal que en escrivillo
piangeran le carte.

Fata la parte, fata la parte, tutt'ogni cal,
que es morta la muller de Micer Cotal!

Micer me compare,
gracia della e de ti.
La safare a mi
y non te curare.
Assai mal me pare
lui encornudarte.

Fata la parte, fata la parte, tutt'ogni cal,
que es morta la muller de Micer Cotal! (bis)




COMENTARIOS
Sobre este villancico:

“Fata la parte” es un villancico que trata la infidelidad de la esposa de un italiano seducida por un español. Pese a la muerte trágica de la esposa por celos, la forma de contarlo resulta cómica y burlesca, lo que hace del tema una canción pícara y alegre.

Este villancico apareción en el Cancionero Musical de Palacio descubierto en 1870 en la entonces Biblioteca del Real Palacio de Madrid, y publicado en 1890 por Francisco Asenjo Barbieri dentro de su Cancionero Musical de los siglos XV y XVI. Está escrito en italiano pero con muchos castellanismos.

Fue clasificado como “estrambote”, nombre por el cuál fueron designadas todas las piezas en lengua extranjera. El propio Barbieri dice al respecto: “conservo la misma escritura que en el original tiene esta canción picaresca de lenguaje chapurreado, medio español y medio italiano”.

Resumen del contenido: Un mensajero se dirige a un grupo de oyentes desconocido pidiendo que todos guarden silencio (tutt’ ogni cal) y anuncia la trágica noticia: Miçer Cotal ha descubierto en su casa in fraganti a su mujer y a su amante español, a ella la mata y el amante consigue huir “por forsa y por arte” (pies para que os quiero).

El vengativo Cotal se queda enojadísimo y frustrado, mordiéndose los nudillos y gritando: Cuida que no te agarre don españolito (¡Guarda si te pillo, don españoleto!), porque piensa someterlo en el propio lecho donde se consumó el engaño, a tal tortura y martirio, que incluso quien se encargue de describir el suceso en el futuro, llorará al hacerlo (Supra del mi leto te faró un martillo, tal que en escrevillo piangeran le carte).

Finalmente, un compadre se dirige a miçer Cotal tratando de consolarlo: “muy mal me ha parecido que él te encornudara” (Assai mal me pare lui encornudarte), en fin, ¡para animar están los amigos!. (Comentarios extraídos de MúsicaAntigua)


Sobre Juan Del Encina

Es normal encontrar a “Juan del Enzina” a “Juan del Encina” o a “Juan de la Encina”, incluso a Juan de Encina y seguir trabajando sin pestañear, entendiendo que nos referimos siempre a la misma persona y que las variaciones en el nombre se corresponden con las derivaciones propias del lenguaje.

Juan de Fermoselle, más conocido como Juan del Encina —en la grafía actual de su nombre— o Juan del Enzina —en su propia grafía— (Fermoselle 1468 – León 1529) fue un poeta, músico y autor teatral del Prerrenacimiento español en la época de los Reyes Católicos.

Perteneció, junto a Juan de Anchieta entre otros, a la primera época de la llamada escuela polifónica castellana, una de las más importantes de España, y que mejor representa la evolución polifónica en este país, siendo considerado uno de los patriarcas del teatro español.

Alcanzó gran altura lírica en sus glosas y villancicos.

Su lugar de nacimiento no está claro.
Algunos autores lo sitúan en Fermoselle (Zamora) y otros en alguno de los municipios de la provincia de Salamanca que llevan la palabra encina en el nombre como Encina de San Silvestre o La Encina.


Se graduó en Leyes en la Universidad de Salamanca, donde tuvo como maestros a Nebrija y quizás a su hermano Diego de Fermoselle, que fue catedrático de música.

Se formó musicalmente en la capilla de música de la Catedral de Salamanca que dirigió Fernando de Torrijos entre 1485 y 1498, en donde entró como mozo de coro en 1484 y ascendió a capellán en 1490.

A la muerte de Torrijos, Encina aspiró a su puesto de maestro de capilla, pero finalmente acabó recayendo en su amigo, también autor dramático, Lucas Fernández, lo que llevó a Encina a abandonar España y viajar a Italia.

En 1492 entró al servicio del segundo Duque de Alba en cuya corte se encargaría de organizar festejos y escribir comedias y música.

En la noche de Navidad de 1492, se representaron por primera vez dos de sus églogas dramáticas, en el castillo de Alba de Tormes. Protegido de don Gutierre, hermano del segundo duque, don Fadrique, vivió en la villa ducal.

Tomó posesión por procurador del arcedianato de Málaga.

A partir de 1500 vivió en Roma, donde gozó de la protección de varios papas, entre ellos Alejandro VI, Julio II y León X; este último lo apreció especialmente como cantante y lo tuvo como tal en su capilla.

Estuvo viajando de Roma a España varias veces entre 1510 y 1519, hasta asentarse finalmente en León para desempeñar el priorato de la catedral que le concedió el papa en ese último año, en que partió de nuevo, como peregrino, hacia Jerusalén; en el monte Sinaí cantó su primera misa.

El viaje está narrado en su Trivagia o Vía sagrada a Hierusalem (Roma, 1521).

Murió en León, desempeñando su priorato, en 1529. En 1534 sus restos fueron trasladados a la catedral de Salamanca, donde aún hoy sigue enterrado.

En su etapa al servicio de la Duquesa de Alba, aunque ya componía versos desde los catorce años, escribió entonces varias piezas dramáticas en Asturleonés (concretamente en dialecto sayagués) como en su Auto del repelón, también en verso.

Como humanista tradujo las Églogas de Virgilio, que sirvieron de inspiración para algunas de sus más célebres églogas dramáticas, en especial las pastoriles, como la Égloga de Plácida y Vitoriano, que se considera su obra maestra; es considerado junto con Lucas Fernández y Gil Vicente uno de los patriarcas o fundadores del teatro español.

Escribió una preceptiva o Arte de trovar, y como poeta destacan especialmente sus villancicos y composiciones en la línea de la lírica cancioneril y trovadoresca en arte menor por encima de las marcadas por la influencia de la Escuela alegórico-dantesca (Triunfo de la Fama, dedicado a los Reyes Católicos; Triunfo del Amor, dedicado a don Fadrique de Toledo, muerto en la derrota de Gelves). Se hizo célebre su “Triste España sin ventura”, lamento a la muerte del príncipe don Juan, en quien tantas esperanzas habían puesto el pueblo y sus padres, los Reyes Católicos.

Como compositor no desarrolló su actividad en ninguna capilla eclesiástica, sino que se movió en ambientes cortesanos. Destaca como fecundo cultivador del villancico y también del romance.

En su estilo predominan los procedimientos homofónicos en contraste con los músicos de su tiempo.

Sus obras se encuentran recopiladas en el Cancionero de la Colombina y en el Cancionero de Palacio. De su familia, sus hermanos Diego y Miguel también se dedicaron a la música.

(Texto extraído de Wikipedia)


El erotismo en Juan del Esncina

El Cancionero de Palacio (Madrid, Biblioteca Real, MS II – 1335), llamado a veces Cancionero Musical de Palacio (CMP) y también conocido como Cancionero de Barbieri, es un manuscrito español que contiene música del Renacimiento. Las obras que posee están recopiladas durante un periodo de unos cuarenta años, desde el último tercio del siglo XV hasta principios del XVI, tiempo que coincide aproximadamente con el reinado de los Reyes Católicos.

Alojado en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, el Cancionero de Palacio (1474-1516), reúne más de cuatrocientas composiciones de diversos autores amén de un buen número de otros innominados. Juan del Encina (1468 – 1529) -poeta, dramaturgo y músico salmantino- destaca por encima de los demás con unas sesenta obras.

El Cancionero constituye una antología de la canción polifónica que se pudo escuchar durante el reinado de los Reyes Católicos.

De hecho, la corte de Isabel y Fernando se convirtió en centro de la actividad musical, y atrajo a muchos instrumentistas y compositores en su mayoría españoles. No hay que pensar por ello que estas canciones se escuchaban exclusivamente en la corte. Diversidad de escenarios e instrumentación, según disponibilidad y contexto, estaban probablemente a la orden del día.

Bastaría con las canciones de Juan del Encina para hacernos cargo de las preferencias y preocupaciones de los círculos que frecuentó, gracias a su extraordinario talento artístico; no en vano se trata de la figura literaria y musical más representativa del primer Renacimiento español. Encina escribió sobre todo villancicos y romances, los dos géneros de moda en su época, el primero de carácter lírico y con estribillo y el segundo de carácter narrativo y sin él. 

Algunas de sus composiciones son cantos a los placeres de la vida, poniéndolos en boca de personas rústicas, y retratando así la forma de hacer y de expresarse de este tipo de personajes, en ocasiones con el máximo realismo. En su poesía no faltan las alusiones sexuales, en ocasiones más cerca de la pornografía que del erotismo, debido a la utilización de ése lenguaje directo y explícito, como podemos observar en “¡Cucú, cucú, cucucú!” donde se dan consejos a los maridos para no “encornudar”; y sobre todo en el precioso villancico “¿Si habrá en este baldrés?”, donde se nos cuenta la historia de tres jóvenes desinhibidas.

(Tomado de MusicaAntigua


VERSIONES ORIGINALES

FATA LA PARTE (CMP 421)- Juan del Encina (1468 – 1529).
(“Cancionero Musical de Palacio”, S. XV/XVI).
Intérpretes: Hespérion XX – Director: Jordi Savall.
Alia-Vox.com



Fata la parte (Arr. M. Lemke-Kern)



Fasta la parte. Musique renaissance espagnole - Juan del Encina - Cancionero musical del palacio dir. Patricia Esteban - Monica Prada

Comentarios

  1. Escribe ÁNGEL MANUEL OLMOS SÁEZ (“EL CANCIONERO TESTIGO DE UN ASESINATO”. Nasarre: Revista Aragonesa de Musicología Nº 28:

    «En la pieza de CMP “Fata la parte” se narra el asesinato de una mujer que es pillada por su marido con un amante español.

    Hasta ahora no había sido posible una identificación de ninguno de los personajes que aparecen en esta obra.

    Parece además difícil, puesto que los casos de adulterio en los que se llegaba a tan triste desenlace eran bastante abundantes en la época.

    Sin embargo, para este caso, es revelador el testimonio de unos hechos acaecidos el 21 de julio de 1499 que nos ofrece una carta de la
    Marchesa Isabella d’Este a su esposo:
    [Traducción]

    “Hoy, alrededor de las cinco de la tarde, Alfonso Spagnolo vino a notificarme que [Bartolomeo]

    Tromboncino había matado a su mujer con gran crueldad por haberla encontrado en su casa a solas en una habitación con Zoanmaria de Triomfo, que había sido visto por Alfonso [Spagnolo] en la ventana pidiéndole [a Alfonso] que buscara una escalera pero, escuchando ruido en la casa, [Alfonso] no esperó y entró.

    Encontró a Tromboncino, que había atacado a su mujer con armas subiendo las escaleras acompañado por [su] padre y un niño.

    Aunque [Alfonso] le reprendió, Tromboncino respondió que tenía derecho a castigar a su mujer [si] la encuentra engañándole y, no teniendo armas, [Alfonso] fue incapaz de detenerle, así que volvió a su casa a por armas, pero ella ya estaba muerta. Zoanmaria, en medio de todo esto, saltó por la ventana.

    Tromboncino entonces se retiró a [la Iglesia de] S. Bernabé con su padre y el niño.

    Quise contar esta historia a Su Excelencia y rogarle que, habiendo tenido causa legítima para matar a su mujer, y teniendo tan buena voluntad y siendo tan virtuoso como usted es, tenga misericordia de ellos, también del padre y del niño quienes no ayudaron en nada a Tromboncino salvo a escapar, siendo solo Tromboncino quien hirió y mató a su mujer”.

    La muerte de la mujer de Bartolomeo Tromboncino fue confirmada en los Registri necrologici del día: “Antonia, mujer de Bartolomeo Tromboncino, murió en la contrada Bove [sita en el barrio de San Giàcomo], a causa de heridas, permaneciendo enferma durante una hora”.

    Desconocemos más datos acerca Alfonso Spagnolo, aparte de su servicio en la policía de Mantua, y de Zoanmaria del Triomfo, que bien podría ser de origen aragonés (Joan María del Triomfo), ágil saltador de ventanas.

    Juan del Encina, autor de “Fata la parte”, viajó a Italia justamente en esa época, y debió aprovechar una magnífica ocasión para poder desprestigiar y hacer mofa de su más directo rival, ya que Tromboncino tenía una gran fama, y en este episodio no sale muy bien parado.

    Obviamente, el nombre de “Miçer Cotal” encubre el nombre real del encornudado y asesino, pero el hecho tuvo tanta resonancia que no era necesario especificar de su nombre real.

    El paralelismo de lo narrado en la obra con los hechos es más que suficiente para identificar ambos sucesos. »

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  2. Como vemos, es muy plausible que el suceso que nos cuenta Enzina en su villancico, corresponda con la historia real del asesinato de la esposa de Tromboncino, pues encaja como un guante en la mano, aunque no podemos asegurarlo absolutamente (al menos, hasta que aparezcan más datos) pues como sabemos el asesinato de la esposa infiel era una práctica habitual en la época. Si fuera así, entonces el compadre que aparece al final del villancico sería el propio Juan del Enzina (Miçer mi compare, gracia della e de ti).

    Del escabroso asunto del asesinato de la mujer de Tromboncino, lo que más me ha llamado la atención es la actitud de Isabella d’Este, una de las grandes mecenas del Renacimiento, culta y gran amante de las artes, quien a pesar de su condición de mujer, no tiene ningún empacho en interceder ante su marido en favor de su profesor de música Tromboncino, quien acababa de asesinar salvajemente a su esposa infiel (“…Quise contar esta historia a Su Excelencia y rogarle que, habiendo tenido causa legítima para matar a su mujer…”).

    Visto con ojos del siglo XXI este episodio resulta atroz, pero a la vez muy ilustrativo para comprender cual era el status de la mujer en el Renacimiento, que fue una época de despegue y esplendor en el desarrollo de las artes (música, pintura, arquitectura, escultura…), pero no así en la naturaleza humana.

    En fin, no cabe duda como decía el filósofo que “cualquier tiempo pasado fue anterior”.

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