La margarita (artículos)
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Entre otros manuscritos, Brassens una vez nos ofreció el regalo de las diferentes versiones de La Margarita: ¡como unos buenos cuarenta borradores! Es sólo en estos papeles, sólo en estos múltiples borradores, donde vemos cómo Brassens rastrea y captura una palabra tan justa que nos encanta, tal que una imagen que vuela. Nada es fácil, ni siquiera teniendo el don. "Los sentidos distorsionan el espíritu de la forma", dijo el pintor André Lhote. Uno se pregunta, escuchando a La Margarita, cuánto trabajo hace falta para producir algo tan natural, con tanta gracia en la simplicidad. Este sacerdote que "no es un traidor a María" este sacerdote como extraído de las "Cartas de mi molino" es el pariente más cercano de un sacerdote desconocido (el de una canción inédita de Brassens, El Sacerdote que fumaba la pipa diciendo su misa). Pobre sacerdote.
Su canción "La Marguerite" merece tomarse el tiempo necesario. Hay mucho talento, inspiración y seguramente un duro trabajo tras las rimas cantarinas de la canción. El texto, que rebosa aliteraciones y ricas rimas, es un ejemplo brillante, incluso único, en el campo de la versificación. Tanto es así que sus aliteraciones, presentes en cada verso (una hazaña digna de Racine, Corneille o Molière) podría decirse que también son rimas. El primer verso de la quinta estrofa es más significativo en este sentido. Las palabras cantan solas, y uno puede imaginar que la música vino por sí sola (bueno, tal vez...)
Hay quién se indigna por una antigua fotografía, que un presunto estúpido (que pensó que Brasens era un oso) donde se representa a Brassens con una margarita en la boca (Georges Brassens interpreta sus últimas composiciones 2ª Serie (Polydor 530.024) es el disco cuya portada popularizó la famosa foto de Monique Senez mostrando al poeta tras la reja de su casa en el callejón Florimont, con una margarita en la boca). La flor de la primavera, la flor de la esperanza. También la flor de la libertad porque crece, anárquica, en los campos. Es un poco salvaje, pero se deja domesticar fácilmente por los amantes. No es casualidad que la margarita impregne toda su obra, creando escándalo por aquí (al "caer, inocente, del breviario del abad) o marcando una feroz independencia allí, cuando Brassens se niega a deshojarla, en Cupido hace el loco...) Otra flor semejante aparece también a menudo como una marca de agua en su obra: el crisantemo. Injustamente, los hombres lo han convertido en el símbolo de la muerte. Se merece algo mejor, sin embargo, quien nos adorna los últimos del verano... Así comienza la famosa biografía del cantante, una de las más fieles y documentadas, tanto sobre su joven setoise, la larga Gestación de París, el Impasse Florimont, su debut con Patachon, su éxito y su trabajo como compositor, así como sobre su relación con Jacques Brel, Bobby Lapointe, René-Louis Lafforgue y muchos otros artistas antes de codearse con lo más "grande". Publicado originalmente en las Prensas de la Cité en 1981, el año de la muerte de Georges Brassens, este libro actualizado celebra el vigésimo aniversario de su muerte. Hablamos, naturalmente, de "La margarita y el crisantemo".
La Marguerite (1962) es, en la memoria de muchos admiradores de Georges, inseparable del nombre de Brigitte Bardot, que no la llegó a cantar. La historia es sencilla. El Sr. Meyerstein, director general de Phillips, quería que las dos "glorias" de su compañía discográfica trabajaran juntas: Brigitte Bardot cantando a Brassens, ¡sería el efecto más hermoso! Se concertó una cita en Crespières. Jean-Max Rivière (a quien debemos algunas canciones inolvidables, como Un petit poisson, un petit oiseau; L'Amitié, Il suffirait de presque rien y, para Brigitte Bardot, La Mandrague, C'est rigolo, Le soleil, entre muchas otras...) que estaba presente ese día (¡qué suerte!) nos cuenta: "Era una tarde de primavera, en 1962. Claude Dejacques, director artístico de Brigitte, había organizado la reunión. Era un día precioso, Georges nos abrió la puerta, no hizo falta presentación, pero lo que me sorprendió fue la emoción de todos, incluso puedo decir que el miedo escénico" Muy rápidamente la conversación giró en torno a los caballos de la colina vecina y a los vecinos que le causaban problemas [. ...] entonces Georges cogió su guitarra y cantó "La petite marguerite est tombée..."; al final, Brigitte, de forma espontánea, dijo "Georges, tu canción es tan bonita, que sólo podría arruinarla”. Fue muy sincera, creyó su deber decirnos a la vuelta que la parte "abad, breviario, altar" no correspondía a su imagen y que hubiera hecho un flaco servicio a la canción. El encuentro fue un momento de intensa emoción entre dos personas que marcaron la segunda mitad del siglo XX con su talento y personalidad. Doy gracias a Dios por haber sido testigo de ello.
Sin embargo, la margarita rechazada se convirtió en el emblema de la estrella. En 1999, nos confió su amor por Brassens: "Ha acompañado mi vida y ha hecho soñar a toda una generación. ¡Sólo lo vi una vez! ¡Compartíamos el amor por la naturaleza, por el campo, por la vida sencilla y rústica; amábamos la amistad, la música, la guitarra! pero sobre todo los animales! La inmensa lástima que nos inspiraba su destino... un odio feroz a los cazadores. Cantó su humilde miseria. Es en homenaje a "la pequeña margarita" que esta flor sencilla y tan discreta se ha convertido en mi símbolo. Me encanta Brassens, es único, insustituible. Ha entrado en la inmortalidad por la gracia de su autenticidad”.
Cuando Brigitte escribió "sólo le vi una vez", era cuestión de tiempo que se produjera un segundo encuentro, dos años después del rechazo de Crespières, una cita perdida que apenó a Brassens. Le hubiera gustado verle cantar, pero la única noche (19 de noviembre de 1964) en la que estaba libre, Bobino estaba completo y le negaron la entrada.
André Tillieu nos cuenta la anécdota: "Cuando, después de la función, Georges se enteró de esta incongruencia, se puso rojo y eructó algunos improperios. "¡Había un lugar entre bastidores para un profesional, estúpidos bastardos, que ignoran la santa solidaridad del artesanado! Una imagen. Brigitte había vuelto a su casa..." En realidad, la mujer más bella del mundo no había vuelto tristemente a su casa sino a un buen restaurante, la rue de la Gaité en las Islas Marquesas.
En una carta con el membrete del restaurante, que ha permanecido inédita hasta hoy, BB escribe: "Querido Georges, queríamos venir a escucharte esta noche, pero no había sitio; así que nos consolamos pensando en ti en una bonita cena en las Islas Marquesas. Quería decirte que pienso en ti muy a menudo y que me gustaría venir a escucharte antes de irme a México. Si no puedo hacerlo alguna vez, quiero que sepas que te adoro y te admiro cada vez más”.
La mujer que cantó "Je me donne à qui me plait" (Me entrego a quien me plazca) y que interpretó el papel de una monja mortificada en Les novices en 1970, que acaba echando un polvo en los parterres de su convento, no ha deshojado los pétalos de una margarita escandalosa que, estamos seguros, le habría sentado perfectamente. Una pena para los admiradores de Georges y los amantes de Brigitte. Sobre todo, si se trata de los mismos.
Les serments d'amour m'irritent,
se plaignait la marguerite.
Car c'est là mon infortune.
Aussitôt que débute une
affaire sentimentale.
J'y laisse tous mes pétales.
Las promesas de amor me irritan,
- se quejaba la margarita -
porque ese es mi infortunio.
Tan pronto como empieza
un asunto sentimental,
dejo allí a todos mis pétalos.
Georges Brassens
Entre otros manuscritos, Brassens una vez nos ofreció el regalo de las diferentes versiones de La Margarita: ¡como unos buenos cuarenta borradores! Es sólo en estos papeles, sólo en estos múltiples borradores, donde vemos cómo Brassens rastrea y captura una palabra tan justa que nos encanta, tal que una imagen que vuela. Nada es fácil, ni siquiera teniendo el don. "Los sentidos distorsionan el espíritu de la forma", dijo el pintor André Lhote. Uno se pregunta, escuchando a La Margarita, cuánto trabajo hace falta para producir algo tan natural, con tanta gracia en la simplicidad. Este sacerdote que "no es un traidor a María" este sacerdote como extraído de las "Cartas de mi molino" es el pariente más cercano de un sacerdote desconocido (el de una canción inédita de Brassens, El Sacerdote que fumaba la pipa diciendo su misa). Pobre sacerdote.
(Extracto con traducción libre de Georges Brassens, por René Fallet)
Su canción "La Marguerite" merece tomarse el tiempo necesario. Hay mucho talento, inspiración y seguramente un duro trabajo tras las rimas cantarinas de la canción. El texto, que rebosa aliteraciones y ricas rimas, es un ejemplo brillante, incluso único, en el campo de la versificación. Tanto es así que sus aliteraciones, presentes en cada verso (una hazaña digna de Racine, Corneille o Molière) podría decirse que también son rimas. El primer verso de la quinta estrofa es más significativo en este sentido. Las palabras cantan solas, y uno puede imaginar que la música vino por sí sola (bueno, tal vez...)
(Comentario del autor)
Hay quién se indigna por una antigua fotografía, que un presunto estúpido (que pensó que Brasens era un oso) donde se representa a Brassens con una margarita en la boca (Georges Brassens interpreta sus últimas composiciones 2ª Serie (Polydor 530.024) es el disco cuya portada popularizó la famosa foto de Monique Senez mostrando al poeta tras la reja de su casa en el callejón Florimont, con una margarita en la boca). La flor de la primavera, la flor de la esperanza. También la flor de la libertad porque crece, anárquica, en los campos. Es un poco salvaje, pero se deja domesticar fácilmente por los amantes. No es casualidad que la margarita impregne toda su obra, creando escándalo por aquí (al "caer, inocente, del breviario del abad) o marcando una feroz independencia allí, cuando Brassens se niega a deshojarla, en Cupido hace el loco...) Otra flor semejante aparece también a menudo como una marca de agua en su obra: el crisantemo. Injustamente, los hombres lo han convertido en el símbolo de la muerte. Se merece algo mejor, sin embargo, quien nos adorna los últimos del verano... Así comienza la famosa biografía del cantante, una de las más fieles y documentadas, tanto sobre su joven setoise, la larga Gestación de París, el Impasse Florimont, su debut con Patachon, su éxito y su trabajo como compositor, así como sobre su relación con Jacques Brel, Bobby Lapointe, René-Louis Lafforgue y muchos otros artistas antes de codearse con lo más "grande". Publicado originalmente en las Prensas de la Cité en 1981, el año de la muerte de Georges Brassens, este libro actualizado celebra el vigésimo aniversario de su muerte. Hablamos, naturalmente, de "La margarita y el crisantemo".
(Comentarios de fuente no datada)
La Marguerite (1962) es, en la memoria de muchos admiradores de Georges, inseparable del nombre de Brigitte Bardot, que no la llegó a cantar. La historia es sencilla. El Sr. Meyerstein, director general de Phillips, quería que las dos "glorias" de su compañía discográfica trabajaran juntas: Brigitte Bardot cantando a Brassens, ¡sería el efecto más hermoso! Se concertó una cita en Crespières. Jean-Max Rivière (a quien debemos algunas canciones inolvidables, como Un petit poisson, un petit oiseau; L'Amitié, Il suffirait de presque rien y, para Brigitte Bardot, La Mandrague, C'est rigolo, Le soleil, entre muchas otras...) que estaba presente ese día (¡qué suerte!) nos cuenta: "Era una tarde de primavera, en 1962. Claude Dejacques, director artístico de Brigitte, había organizado la reunión. Era un día precioso, Georges nos abrió la puerta, no hizo falta presentación, pero lo que me sorprendió fue la emoción de todos, incluso puedo decir que el miedo escénico" Muy rápidamente la conversación giró en torno a los caballos de la colina vecina y a los vecinos que le causaban problemas [. ...] entonces Georges cogió su guitarra y cantó "La petite marguerite est tombée..."; al final, Brigitte, de forma espontánea, dijo "Georges, tu canción es tan bonita, que sólo podría arruinarla”. Fue muy sincera, creyó su deber decirnos a la vuelta que la parte "abad, breviario, altar" no correspondía a su imagen y que hubiera hecho un flaco servicio a la canción. El encuentro fue un momento de intensa emoción entre dos personas que marcaron la segunda mitad del siglo XX con su talento y personalidad. Doy gracias a Dios por haber sido testigo de ello.
Sin embargo, la margarita rechazada se convirtió en el emblema de la estrella. En 1999, nos confió su amor por Brassens: "Ha acompañado mi vida y ha hecho soñar a toda una generación. ¡Sólo lo vi una vez! ¡Compartíamos el amor por la naturaleza, por el campo, por la vida sencilla y rústica; amábamos la amistad, la música, la guitarra! pero sobre todo los animales! La inmensa lástima que nos inspiraba su destino... un odio feroz a los cazadores. Cantó su humilde miseria. Es en homenaje a "la pequeña margarita" que esta flor sencilla y tan discreta se ha convertido en mi símbolo. Me encanta Brassens, es único, insustituible. Ha entrado en la inmortalidad por la gracia de su autenticidad”.
Cuando Brigitte escribió "sólo le vi una vez", era cuestión de tiempo que se produjera un segundo encuentro, dos años después del rechazo de Crespières, una cita perdida que apenó a Brassens. Le hubiera gustado verle cantar, pero la única noche (19 de noviembre de 1964) en la que estaba libre, Bobino estaba completo y le negaron la entrada.
André Tillieu nos cuenta la anécdota: "Cuando, después de la función, Georges se enteró de esta incongruencia, se puso rojo y eructó algunos improperios. "¡Había un lugar entre bastidores para un profesional, estúpidos bastardos, que ignoran la santa solidaridad del artesanado! Una imagen. Brigitte había vuelto a su casa..." En realidad, la mujer más bella del mundo no había vuelto tristemente a su casa sino a un buen restaurante, la rue de la Gaité en las Islas Marquesas.
En una carta con el membrete del restaurante, que ha permanecido inédita hasta hoy, BB escribe: "Querido Georges, queríamos venir a escucharte esta noche, pero no había sitio; así que nos consolamos pensando en ti en una bonita cena en las Islas Marquesas. Quería decirte que pienso en ti muy a menudo y que me gustaría venir a escucharte antes de irme a México. Si no puedo hacerlo alguna vez, quiero que sepas que te adoro y te admiro cada vez más”.
La mujer que cantó "Je me donne à qui me plait" (Me entrego a quien me plazca) y que interpretó el papel de una monja mortificada en Les novices en 1970, que acaba echando un polvo en los parterres de su convento, no ha deshojado los pétalos de una margarita escandalosa que, estamos seguros, le habría sentado perfectamente. Una pena para los admiradores de Georges y los amantes de Brigitte. Sobre todo, si se trata de los mismos.
(Artículo de Jean-Paul Sermonte en Les Amis de Georges, en traducción libre)
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