El seno de carne y el seno de madera (artículos)

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La canción se inspira de alguna manera en una fábula de La Fontaine (recordemos que en Florimont, Jeanne le regaló a Brassens un libro de fábulas de La Fontaine que este apreció largamente).
La olla de barro y la olla de hierro (texto original de la fábula).
“Propuso la olla de hierro a la olla de barro hacer un viaje; pero ésta se excusó diciendo que era mayor sabiduría permanecer junto al fuego, pues la bastara el menor tropiezo para hacerse pedazos.
-Para vos, que tenéis la piel más dura, no veo inconveniente.
-Yo os guardaré de los peligros-repuso la olla de hierro-.
Si alguna materia dura os amenaza, entrambas dos me pondré y os salvaré al momento.
El argumento persuadió a la olla de barro y, a su lado, abrió la marcha su compañera la olla de hierro. Emprendieron la caminata, tropezón va, tropezón viene, lanzadas una contra otra al menor inconveniente. La olla de barro era la que más padecía. No habían dado aún cien pasos, cuando su compañera se parte en cien pedazos, sin darle tiempo siquiera para quejarse.
La moraleja nos enseña que sólo debemos unirnos con nuestros iguales, si no queremos sufrir la suerte de la olla de barro”.


Esta fábula, a la que si cambiamos las protagonistas (volvemos a las ollas, o permutamos las mamas por otros miembro menos sexualizado, como las manos, por ejemplo) nos recordaría un cuento infantil; uno de esos relatos cortos de Ursula Wölfel, como “La señora que siempre estaba pensando en otra cosa” y nos provocaría la carcajada.
Sin embargo, el final nos deja un poso inquietante. Nos vienen a la cabeza los tiernos sentimientos asociados a las glándulas mamarias (impronta que todos tenemos, precisamente por haber sido amamantados por ellas) mezclados con imágenes de Sant Genoveva y “snouf movies”. Y resulta perturbador.
Brassens parece desprenderse con soltura de estas ataduras emocionales (siempre me ha llamado la atención su desapego por tener hijos o la extravagante historia sobre desenterrar a Jeanne (cuando trabajaba en la STO y recibió la falsa noticia de que había muerto): robar su cráneo y conservarlo junto a él. En cierta medida, su ruptura con la joven Josette, también deja un regusto amargo, la impresión de un cierto abandono. Junto a extraordinarias muestras de fidelidad y generosidad, a veces se aprecia un cierto egoísmo, una relativa falta de empatía que aparece en algunas de sus canciones con los jueces (El gorila), los policías (Hecatombe), los curas (La rosa, la botella y el apretón de manos); o algunos amigos (Corne d’Arouch)… a los que luego, en algún caso rehabilita. Igualmente queda alguna duda sobre su responsabilidad en la “deserción” del trabajo en Alemania pues eso perjudicaba automáticamente a otro compañero.
Quizás, aquí no calibró bien estos sentimientos comunes al resto de los mortales, y arrepentido no llegó a publicar la canción finalmente.
Recuperada entre el material inédito tras la muerte de Brassens, ha sido adaptada en algún caso (Janpol85, YouTube; con música de Jacques Ybras en “Jehan l’advenue”) y esa melodía es la que escojo yo también para mi adaptación.
(Comentarios del autor)

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