Las queja de las muchachas alegres (artículos)
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Brassens, que no dudó en incluir el tema de la prostitución en muchas de sus canciones revistiéndolos con altas dosis de ironía y ternura, fue un cantante a quien las putas francesas rindieron homenaje públicamente desde las instancias que las representaban. Georges Brassens retoma este tema hasta el punto de abordar el tema de la pedofilia con "La princesa y las notas de croque" y "Competencia desleal" y "El lamento de las muchachas de la alegría". " que fue respondido por escrito por el colectivo de prostitutas de París el 16 de junio de 1976:
"Querido Georges Brassens, Nosotras, las putas, te damos las gracias por tus hermosas canciones que nos ayudan a vivir. Desafortunadamente no conseguimos tu dirección hasta muy tarde. Aquí hay una invitación. Todas te estamos besando.
Tus Amigas del Colectivo de todo corazón contigo siempre."
La queja de las niñas de la alegría es, por otro lado, una elegía sólo por extensión. El diccionario Larousse la define “elegía” como - canción popular sobre las desgracias de un personaje. Esta canción, desde su primer verso en el que aparecen "vacas burguesas" (asquerosos burgueses), aguijonea por todas partes. Es un modelo de construcción sobre un descenso de la calle Saint-Denis. Después de sonreír, la piedad de Brassens estalla en un puñetazo: "Querido mío, esa puta no es tu madre por poco; esa puta de la que te ríes, palabra, palabra." Después del tiempo de mala reputación, viene el de la mala conciencia.
G. Brassens siempre tuvo, para con las putas, comportamientos y palabras de ternura. Nunca se atrevió a juzgarlas y, en todo caso, las trataba como a cualquier otra persona cuyas condiciones en la vida le empujaron a este trabajo despreciado por las gentes bien pensantes: se compadecía de sus sinsabores y se reía con las anécdotas humorísticas que puede ofrecer su vida.
¿Qué piensa Brassens sobre el sexo fuera del matrimonio? En una entrevista con Philippe Nemo, para France-Culture, en 1979 afirma, entre otras cosas (Advertencia: la traducción puede ser defectuosa en algunos puntos):
“Solo conocía el amor en el adulterio. Como no podía casarme con nadie, ya que no se podía tener sexo con una mujer en ese momento sin obligarse a prometerse en matrimonio. […] No podías acostarte con una chica sin estar casada con ella. […] ¿Con una jovencita? Entonces, en ese caso, yo no era tímido. Pero no me habría permitido desflorar a una chica, por ejemplo. Mientras que ahora ... soy demasiado viejo, por supuesto, para disfrutar de este tipo de broma, pero lo haría sin escrúpulos si tuviera que hacerlo. ¿Entiendes por qué? Porque ahora ya no importa. Ahora sé que la virginidad … […] Pero, si quieres, desde el momento en que aún lo necesitaba ..., ya que estamos en la tierra, nunca lo olvidemos, sobre todo, solo para continuar con la especie, todavía tenía necesidades sexuales como todo el mundo. Otros satisfacen sus necesidades sexuales en el matrimonio, aceptando los prejuicios de la sociedad. No lo tenía, así que recurrí a mujeres que se aburrían con sus maridos. Y había muchas. Especialmente en París, había por todas partes. Había muchas en todas partes. Solo que, en las provincias, no se atrevían a demostrarlo. En París, era más fácil. […] En realidad, No elegí el adulterio porque era un pecado, sino porque era la única solución para mí. Como tampoco me gustó (al principio no podía pagarlo y estoy en contra de eso) la prostitución, por supuesto. Y luego, no se me ocurriría, incluso si tuviera los medios, pagarle a una mujer para tener relaciones sexuales ... […] Nunca he tenido relaciones sexuales con una prostituta. Quiero decir, nunca tuve sexo con una prostituta pagando. Primero, estaba en contra por principio: estoy en contra de ese comercio. Es una cosa satánica, como dijo Baudelaire, y no me lo podía permitir”
Como en la mayoría de las adaptaciones que vengo haciendo por mi cuenta (reconozco que me apoyo mucho en las traducciones de Jesús Álvarez) el traslado a la métrica y rima española las hacen perder muchos matices (algunos muy importantes que pueden apagar la chispa de la canción, tan viva en su idioma original). Sin embargo; no queda otra si queremos mantener el ritmo en el texto y el ambiente de la situación... He intentado utilizar frases que suenen naturales en nuestro idioma y que contengan (al menos en la mayor parte) el "alma" del texto original. Al terminar suelo sentirme medianamente satisfecho, aunque tengo claro que podría hacerse mejor.
En el recorrido por la web para buscar imágenes relacionadas con la letra me he dado de bruce muchas veces con imágenes pornográficas. Ha sido una experiencia perturbadora. Era escribir en la ventana del buscador "putas + cariño" o "prostitución + ternura" y devolverme desde la pantalla decenas de imágenes a cuál más humillante y degradante. Algunas se acercaban a la idea que quería expresar (no muchas). La labor de selección fue trabajosa. Desde luego resultó un viaje por los bajos (muy bajos a veces) instintos de la condición humana Resultan especialmente dolorosas e inquietantes las imágenes de menores inmersas en este sórdido mundo. La cantidad de materiales pornográficos que existen (desde las más antiguas civilizaciones) confirman la expresión popular de que "la prostitución es el oficio más antiguo del mundo". Su presencia en todas las cultura y edades así lo reconoce. Las fotos de manifestaciones reivindicativas de este colectivo o simpatizantes aportan un soplo de dignidad a su "trabajo" y a la exigencia social de una atención a este colectivo muchas veces abandonado y despreciado. La prostitución como esclavitud (puesta en escena en la mayoría de las imágenes a las que se accede) causa indignación y dolor, pero ahí sigue...
El Lamento de las Hijas de la Alegría (1961). Esta canción demuestra que «el mal sujeto» está bien arrepentido (ya había habido un bosquejo de arrepentimiento con el verso de La mala hierba:
La chica que es de todo el mundo, tiene buen corazón;
me da, a la buena de Dios,
los trocitos de su piel bien guardada
que los otros no han tocado.
No sólo abandona el oficio de "cornudo sistemático», sino que toma la defensa de las que se llaman (según el respeto, el desdén o la indiferencia que inspiran) «mujeres de escasa virtud», «chicas de la calle», «peripatéticas», «profesionales» o simplemente «putas». «Puta», la palabra se pronunciará al final de la canción, pero con una compasión en la que se percibe una especie de ternura. Por otra parte, las mismas «putas» lo percibieron así, ya que el 16 de junio de 1976, el colectivo de prostitutas de París, en plena revuelta, dirigió al cantante esta nota de agradecimiento. Brassens confiará a Gibraltar que, de todas las cartas que ha recibido sobre sus canciones, es ésta, totalmente inesperada, la que le ha tocado más. «El lamento», desde su salida, ha conmovido inmediatamente a un público más acostumbrado a las canciones que magnifican el alterne que a las que evocan las miserias de los «pobres cacerolas». El proxeneta, guapo o no, sigue siendo un cabrón. Historia antigua como la humanidad. Ya en 1740, en el Diccionario de Trévoux, «proxeneta» se definía así: «Los proxenetas que las hijas de alegría pagan para impedir los desórdenes suelen ser ellos mismos unos canallas que las saquean, las roban, las maltratan y les hacen diez veces más daño que el que tratan de evitar.» Casi tres siglos después, ¿eso ha cambiado realmente? El cine o la literatura que subliman a tantos padrinos y mafias nunca se preocupan por la suerte de estas «niñas de todo el mundo», de destino insignificante. La canción de Brassens despierta la conciencia. No se recrea en su miseria, sino en una realidad frecuentemente ocultada: el agotamiento, la suciedad, el desprecio, la brutalidad, la enfermedad... (falta, sin embargo, un verso sobre el peor de los males para una chica de la calle: el proxeneta). Al escuchar la canción por primera vez, en este año 1961, muchos adolescentes que captaban el espíritu de rebelión del texto acentuado por la cólera sorda de los acordes, permanecían perplejos ante el misterioso léxico del amor... Muchos de ellos entendían por primera vez estas palabras y expresiones singulares: «grulla», «ojo de perdiz», «corta escalera para subir al séptimo cielo»... ¿Quiénes eran esos clientes «que nunca se bañaban con agua? » ¡Y «pécora» y «minus» (canijo) que eran personajes de la mitología griega! El diccionario no era suficiente. Tampoco queríamos parecer unos ignorantes pidiendo explicaciones a los adultos. Entonces, a la espera de descubrir su sentido profundo, cantábamos esta lamentación (cuyo primer verso ya nos encantaba: «Aunque estas vacas de burgueses... ») sin comprenderla demasiado. ¡Qué importaba en el fondo! confiábamos en Brassens. «Palabra, palabra»... Este estribillo no se utilizaba mucho, pero no deja de ser conmovedor cuando se piensa que es la última palabra que ha pronunciado Georges. En efecto, el testimonio del doctor Bousquet que, en compañía de otro médico, intentaba en última instancia socorrer a un Brassens moribundo pero lúcido, es conmovedor: Mientras yo operaba, Georges, sentado en el borde de la cama, inclinado hacia adelante, firmemente agarrado a los hombros de mi colega, juzgó todo lo divertido de la situación: “Usted sabe, doctor, es la primera vez que me acuesto sobre un hombre. Palabra.» Fue la última pirueta del buen maestro». Estábamos el jueves 29 de octubre de 1981 a las 23.14
"Querido Georges Brassens, Nosotras, las putas, te damos las gracias por tus hermosas canciones que nos ayudan a vivir. Desafortunadamente no conseguimos tu dirección hasta muy tarde. Aquí hay una invitación. Todas te estamos besando.
Tus Amigas del Colectivo de todo corazón contigo siempre."
La queja de las niñas de la alegría es, por otro lado, una elegía sólo por extensión. El diccionario Larousse la define “elegía” como - canción popular sobre las desgracias de un personaje. Esta canción, desde su primer verso en el que aparecen "vacas burguesas" (asquerosos burgueses), aguijonea por todas partes. Es un modelo de construcción sobre un descenso de la calle Saint-Denis. Después de sonreír, la piedad de Brassens estalla en un puñetazo: "Querido mío, esa puta no es tu madre por poco; esa puta de la que te ríes, palabra, palabra." Después del tiempo de mala reputación, viene el de la mala conciencia.
(Comentario de René Fallet, en George Brassens en traducción libre)
¿Qué piensa Brassens sobre el sexo fuera del matrimonio? En una entrevista con Philippe Nemo, para France-Culture, en 1979 afirma, entre otras cosas (Advertencia: la traducción puede ser defectuosa en algunos puntos):
“Solo conocía el amor en el adulterio. Como no podía casarme con nadie, ya que no se podía tener sexo con una mujer en ese momento sin obligarse a prometerse en matrimonio. […] No podías acostarte con una chica sin estar casada con ella. […] ¿Con una jovencita? Entonces, en ese caso, yo no era tímido. Pero no me habría permitido desflorar a una chica, por ejemplo. Mientras que ahora ... soy demasiado viejo, por supuesto, para disfrutar de este tipo de broma, pero lo haría sin escrúpulos si tuviera que hacerlo. ¿Entiendes por qué? Porque ahora ya no importa. Ahora sé que la virginidad … […] Pero, si quieres, desde el momento en que aún lo necesitaba ..., ya que estamos en la tierra, nunca lo olvidemos, sobre todo, solo para continuar con la especie, todavía tenía necesidades sexuales como todo el mundo. Otros satisfacen sus necesidades sexuales en el matrimonio, aceptando los prejuicios de la sociedad. No lo tenía, así que recurrí a mujeres que se aburrían con sus maridos. Y había muchas. Especialmente en París, había por todas partes. Había muchas en todas partes. Solo que, en las provincias, no se atrevían a demostrarlo. En París, era más fácil. […] En realidad, No elegí el adulterio porque era un pecado, sino porque era la única solución para mí. Como tampoco me gustó (al principio no podía pagarlo y estoy en contra de eso) la prostitución, por supuesto. Y luego, no se me ocurriría, incluso si tuviera los medios, pagarle a una mujer para tener relaciones sexuales ... […] Nunca he tenido relaciones sexuales con una prostituta. Quiero decir, nunca tuve sexo con una prostituta pagando. Primero, estaba en contra por principio: estoy en contra de ese comercio. Es una cosa satánica, como dijo Baudelaire, y no me lo podía permitir”
(Transcripción de una entrevista con Philippe Nemo, para France-Culture, en 1979. Traducción libre)
Como en la mayoría de las adaptaciones que vengo haciendo por mi cuenta (reconozco que me apoyo mucho en las traducciones de Jesús Álvarez) el traslado a la métrica y rima española las hacen perder muchos matices (algunos muy importantes que pueden apagar la chispa de la canción, tan viva en su idioma original). Sin embargo; no queda otra si queremos mantener el ritmo en el texto y el ambiente de la situación... He intentado utilizar frases que suenen naturales en nuestro idioma y que contengan (al menos en la mayor parte) el "alma" del texto original. Al terminar suelo sentirme medianamente satisfecho, aunque tengo claro que podría hacerse mejor.
En el recorrido por la web para buscar imágenes relacionadas con la letra me he dado de bruce muchas veces con imágenes pornográficas. Ha sido una experiencia perturbadora. Era escribir en la ventana del buscador "putas + cariño" o "prostitución + ternura" y devolverme desde la pantalla decenas de imágenes a cuál más humillante y degradante. Algunas se acercaban a la idea que quería expresar (no muchas). La labor de selección fue trabajosa. Desde luego resultó un viaje por los bajos (muy bajos a veces) instintos de la condición humana Resultan especialmente dolorosas e inquietantes las imágenes de menores inmersas en este sórdido mundo. La cantidad de materiales pornográficos que existen (desde las más antiguas civilizaciones) confirman la expresión popular de que "la prostitución es el oficio más antiguo del mundo". Su presencia en todas las cultura y edades así lo reconoce. Las fotos de manifestaciones reivindicativas de este colectivo o simpatizantes aportan un soplo de dignidad a su "trabajo" y a la exigencia social de una atención a este colectivo muchas veces abandonado y despreciado. La prostitución como esclavitud (puesta en escena en la mayoría de las imágenes a las que se accede) causa indignación y dolor, pero ahí sigue...
(Comentarios del autor)
El Lamento de las Hijas de la Alegría (1961). Esta canción demuestra que «el mal sujeto» está bien arrepentido (ya había habido un bosquejo de arrepentimiento con el verso de La mala hierba:
La chica que es de todo el mundo, tiene buen corazón;
me da, a la buena de Dios,
los trocitos de su piel bien guardada
que los otros no han tocado.
No sólo abandona el oficio de "cornudo sistemático», sino que toma la defensa de las que se llaman (según el respeto, el desdén o la indiferencia que inspiran) «mujeres de escasa virtud», «chicas de la calle», «peripatéticas», «profesionales» o simplemente «putas». «Puta», la palabra se pronunciará al final de la canción, pero con una compasión en la que se percibe una especie de ternura. Por otra parte, las mismas «putas» lo percibieron así, ya que el 16 de junio de 1976, el colectivo de prostitutas de París, en plena revuelta, dirigió al cantante esta nota de agradecimiento. Brassens confiará a Gibraltar que, de todas las cartas que ha recibido sobre sus canciones, es ésta, totalmente inesperada, la que le ha tocado más. «El lamento», desde su salida, ha conmovido inmediatamente a un público más acostumbrado a las canciones que magnifican el alterne que a las que evocan las miserias de los «pobres cacerolas». El proxeneta, guapo o no, sigue siendo un cabrón. Historia antigua como la humanidad. Ya en 1740, en el Diccionario de Trévoux, «proxeneta» se definía así: «Los proxenetas que las hijas de alegría pagan para impedir los desórdenes suelen ser ellos mismos unos canallas que las saquean, las roban, las maltratan y les hacen diez veces más daño que el que tratan de evitar.» Casi tres siglos después, ¿eso ha cambiado realmente? El cine o la literatura que subliman a tantos padrinos y mafias nunca se preocupan por la suerte de estas «niñas de todo el mundo», de destino insignificante. La canción de Brassens despierta la conciencia. No se recrea en su miseria, sino en una realidad frecuentemente ocultada: el agotamiento, la suciedad, el desprecio, la brutalidad, la enfermedad... (falta, sin embargo, un verso sobre el peor de los males para una chica de la calle: el proxeneta). Al escuchar la canción por primera vez, en este año 1961, muchos adolescentes que captaban el espíritu de rebelión del texto acentuado por la cólera sorda de los acordes, permanecían perplejos ante el misterioso léxico del amor... Muchos de ellos entendían por primera vez estas palabras y expresiones singulares: «grulla», «ojo de perdiz», «corta escalera para subir al séptimo cielo»... ¿Quiénes eran esos clientes «que nunca se bañaban con agua? » ¡Y «pécora» y «minus» (canijo) que eran personajes de la mitología griega! El diccionario no era suficiente. Tampoco queríamos parecer unos ignorantes pidiendo explicaciones a los adultos. Entonces, a la espera de descubrir su sentido profundo, cantábamos esta lamentación (cuyo primer verso ya nos encantaba: «Aunque estas vacas de burgueses... ») sin comprenderla demasiado. ¡Qué importaba en el fondo! confiábamos en Brassens. «Palabra, palabra»... Este estribillo no se utilizaba mucho, pero no deja de ser conmovedor cuando se piensa que es la última palabra que ha pronunciado Georges. En efecto, el testimonio del doctor Bousquet que, en compañía de otro médico, intentaba en última instancia socorrer a un Brassens moribundo pero lúcido, es conmovedor: Mientras yo operaba, Georges, sentado en el borde de la cama, inclinado hacia adelante, firmemente agarrado a los hombros de mi colega, juzgó todo lo divertido de la situación: “Usted sabe, doctor, es la primera vez que me acuesto sobre un hombre. Palabra.» Fue la última pirueta del buen maestro». Estábamos el jueves 29 de octubre de 1981 a las 23.14
(Extracto de la página web “Amigos de Brassens”. Traducción libre).
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