Las Guerra del 14-16 (artículos)
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Explica el profesor Agustín Gª Calvo, en sus comentarios a la propia adaptación de esta canción que entre las múltiples refriegas contrabélicas y contramilitares de Brassens (sobre todo en los últimos discos (Les deux oncles, Mourir pour des idées, y la última, Les patriotes), tiene ésta una gracia especial, que le viene de ese truco por el que el ataque directo se vuelve del revés y el que canta se pone a declarar su gusto por las guerras, a discriminar cuál es entre ellas la que le gusta más (como unos jóvenes señores pueden discutir cuál es, entre los modelos de automóvil, el que su gusto personal prefiere; y entre nosotros J. Krahe ha imitado muy bien el truco, al cantar su preferencia, entre las penas capitales, por la hoguera), completando el efecto aquí la música, no sin ciertas resonancias de toque cuartelero, y la antelación, en el estribillo, a «mon Colon» (supongo que forma familiar de cuartel por «mon Colonel»; (en nuestros cuarteles otras familiaridades semejantes como «el Capi»), para declarar el entusiasta recluta su gusto en guerras... Lo curioso, en fin, es que esta burla se funde, al mismo tiempo, con una condición realmente privilegiada de la Guerra del 14-18 que, al ser la que remataba el período de florecimiento de la vieja Burguesía al que desde entonces no han dejado de volverse en añoranza con ojos de los europeos, también ella había de ser, lógicamente, la guerra por excelencia, «celle que je voudrais faire», como dice al final de la canción, «a la que yo querría ir».
Y lo completamos con estas reflexiones de René Fallet en su libro “Georges Brassens”: Permítanme ser perdonado por este "yo" inoportuno, pero creo que Brassens sólo tuvo un interlocutor válido en la primera guerra mundial, nuestra "guerra favorita" para él y para mí, y este fui yo, su admirador, que aprendí sobre ella leyendo las colecciones de ilustraciones dedicadas a La Guerra de los 14-18. ¡Solíamos hablar de ello como verdaderos veteranos! No entendíamos, realmente, la emoción de los representados allí, a menos que, por supuesto, consideraran como "anarquista" el odio a la guerra. En todas las guerras. Brassens tiene sobrado ingenio para abordar problemas como la muerte, la fe, las guerras de trincheras. Una vez más, se ríe, ridiculiza, arroja la guerra al escenario… Lo único que Brassens acepta tratar es sobre cosas del pasado. "Todo el mundo tiene algo que complacer, cada uno tiene su propia falta de mérito", bromea Brassens. Si la canción de marcha, al parecer, tiene su nobleza, la canción pacifista acaba de adquirirlas.
En 1962 Brassens cerró, con escándalo y esplendor, la serie de 25 cm iniciada en 1953. Nueve discos, setenta y nueve canciones. Dos años y medio más tarde, aparecieron los primeros 30 cm. con once títulos, entre ellos Les Coipains d'abord (la serie incluiría cinco álbumes, es decir, cincuenta y seis canciones). ¡Por supuesto, el nuevo formato ofrece más canciones; pero te prima de la felicidad de descubrir un nuevo disco cada año!
El escándalo era previsible con la corrosiva e hilarante Trompettes de la renommée. Sin embargo, no fue esta canción -cuyo humor superaba la maldad que iba a causar- la que provocó una protesta en el Landermeau (la pequeña sociedad) patriótico de la época. No, será el último tema del álbum el que hará que algunos defensores de los veteranos combatientes se estremecieran de indignación. Gritaron "¡Iconoclasta, traidor, antipatriota! Esta canción, grabada el 10 de octubre de 1962, causó un gran revuelo durante la temporada de actuaciones de Brassens en El Olimpia (5-15 de diciembre). Pierre Onténiente dice: "Cuando presentó La Guerre de 14-18, tuvo un encontronazo con los veteranos. Había filas enteras de espectadores que se pusieron de pie. Se escandalizaron [...] y expresaron en voz alta su desaprobación. Pero no duró mucho porque, tras el efecto sorpresa, los adversarios de esta canción se abstuvieron de acudir. Y fueron sustituidos por otros que lo apoyaron, ¡con entusiasmo! Gracias a las confidencias de Georges a un amigo, sabemos cómo nació esta canción: "Con Fallet, en mi camerino, hablábamos de la guerra de Argelia. Un belga vino y nos dijo que todas estas guerras de guerrillas eran inofensivas e irrisorias comparadas con la Gran Guerra. Él sabía algo al respecto pues luchó en ella. Yo le respondí: Buen hombre, has llegado en el momento adecuado. Junto con René coincidimos en que ¡es nuestra guerra favorita! A partir de esta broma, se me ocurrió inmediatamente el estribillo de La Guerre de 14-18.”
Incluso antes de la ofensiva de las palabras, la guitarra de Barthélèmy Rosso hace sonar el cambio y una columna de cuarenta y ocho octosílabos se lanza al asalto de la estupidez y de la absurda masacre (Una de estas primeras incoherencias, con un desenlace dramático, fue enviar al frente a los soldados franceses vestidos con pantalón rojo y capote azul. Objetivos tan visibles que fueron despedazados por la artillería alemana). Sobre el tema de la guerra -de todas las guerras- y del cansancio de la guerra, Brassens se explayó varias veces. El 17 de febrero de 1979, con Philippe Mémo, puso las cosas en su sitio al poner, igualmente, las bayonetas en el suyo: "A la gente le gustaría verme explicándome más claramente, le gustaría oírme decir: 'Abajo la guerra', pero '¡ya lo dije en la guerra del 14-18! Dije: "¡Abajo la guerra! Dijeron que me estaba burlando de los muertos de la Primera Guerra Mundial, de las viudas y de los huérfanos. Ni que decir tiene que, para que se te ocurra una tontería, tienes que ser un poco idiota. Casi hay que merecer haber muerto en la guerra del 14".
De hecho, La Guerre de 14-18, no es una canción insultante ni cruel. El autor no considera burlona la suerte de las víctimas, cerca de 40 millones de muertos (de los cuales 1.315.000 eran soldados franceses, es decir, ¡el 27% de los jóvenes de 18 a 27 años!). Los veteranos deberían haberle aplaudido con las dos manos en lugar de tacharle de indigno hijo de la patria.
Pero la verdad está en los versos de otra canción, Les Patriotes (1976).
Imaginemos a dos militares de la "vieja escuela" (bueno, la escuela militar sigue siendo la misma: la Escuela Superior de Estulticia) manteniendo una conversación muy amistosa; uno de ellos es nada menos que un colono. Se habla de la guerra, de las guerras "pasadas, presentes y futuras": ¿Cuál es la más bella? No hay duda: es la guerra del 14-18, la "gran guerra". Aquella en la que, por fin, Europa decidió enviar a sus masas campesinas al matadero, aquella en la que se utilizó por primera vez el gas letal, aquella de la batalla del Somme con su millón de muertos, aquella... en fin, aquella que fue realmente "la mejor". La primera "guerra moderna", como se la ha llamado, aunque esta envidiable prerrogativa quizás debería trasladarse un poco más atrás en el tiempo, al menos a la Guerra Civil estadounidense. Pero no tenemos intención de entrar en un análisis histórico de las guerras: lo que queremos es hacerles saber que los protagonistas de esta (justamente) famosa canción de Georges Brassens, siguen de buen humor, quizás tomando una copa y fumando un buen puro. Pueden permitirse sus "observaciones estéticas" sobre las distintas guerras en las que han "luchado" sin salir de casa mientras millones de soldados perecían horriblemente en el "campo del honor". Esa es la historia. Es la vieja y sucia historia de la estafa llamada guerra. Georges Brassens lo expuso todo al ridículo: gracias, Tonton.
(Del blog “Canciones contra la guerra”, en traducción libre)
(Comentario extraído del libro “19 canciones de Brassens, de Agustión Gª Calvo)
Y lo completamos con estas reflexiones de René Fallet en su libro “Georges Brassens”: Permítanme ser perdonado por este "yo" inoportuno, pero creo que Brassens sólo tuvo un interlocutor válido en la primera guerra mundial, nuestra "guerra favorita" para él y para mí, y este fui yo, su admirador, que aprendí sobre ella leyendo las colecciones de ilustraciones dedicadas a La Guerra de los 14-18. ¡Solíamos hablar de ello como verdaderos veteranos! No entendíamos, realmente, la emoción de los representados allí, a menos que, por supuesto, consideraran como "anarquista" el odio a la guerra. En todas las guerras. Brassens tiene sobrado ingenio para abordar problemas como la muerte, la fe, las guerras de trincheras. Una vez más, se ríe, ridiculiza, arroja la guerra al escenario… Lo único que Brassens acepta tratar es sobre cosas del pasado. "Todo el mundo tiene algo que complacer, cada uno tiene su propia falta de mérito", bromea Brassens. Si la canción de marcha, al parecer, tiene su nobleza, la canción pacifista acaba de adquirirlas.
(Extracto de René Fallet, en “George Brassens” en traducción libre)
En 1962 Brassens cerró, con escándalo y esplendor, la serie de 25 cm iniciada en 1953. Nueve discos, setenta y nueve canciones. Dos años y medio más tarde, aparecieron los primeros 30 cm. con once títulos, entre ellos Les Coipains d'abord (la serie incluiría cinco álbumes, es decir, cincuenta y seis canciones). ¡Por supuesto, el nuevo formato ofrece más canciones; pero te prima de la felicidad de descubrir un nuevo disco cada año!
El escándalo era previsible con la corrosiva e hilarante Trompettes de la renommée. Sin embargo, no fue esta canción -cuyo humor superaba la maldad que iba a causar- la que provocó una protesta en el Landermeau (la pequeña sociedad) patriótico de la época. No, será el último tema del álbum el que hará que algunos defensores de los veteranos combatientes se estremecieran de indignación. Gritaron "¡Iconoclasta, traidor, antipatriota! Esta canción, grabada el 10 de octubre de 1962, causó un gran revuelo durante la temporada de actuaciones de Brassens en El Olimpia (5-15 de diciembre). Pierre Onténiente dice: "Cuando presentó La Guerre de 14-18, tuvo un encontronazo con los veteranos. Había filas enteras de espectadores que se pusieron de pie. Se escandalizaron [...] y expresaron en voz alta su desaprobación. Pero no duró mucho porque, tras el efecto sorpresa, los adversarios de esta canción se abstuvieron de acudir. Y fueron sustituidos por otros que lo apoyaron, ¡con entusiasmo! Gracias a las confidencias de Georges a un amigo, sabemos cómo nació esta canción: "Con Fallet, en mi camerino, hablábamos de la guerra de Argelia. Un belga vino y nos dijo que todas estas guerras de guerrillas eran inofensivas e irrisorias comparadas con la Gran Guerra. Él sabía algo al respecto pues luchó en ella. Yo le respondí: Buen hombre, has llegado en el momento adecuado. Junto con René coincidimos en que ¡es nuestra guerra favorita! A partir de esta broma, se me ocurrió inmediatamente el estribillo de La Guerre de 14-18.”
Incluso antes de la ofensiva de las palabras, la guitarra de Barthélèmy Rosso hace sonar el cambio y una columna de cuarenta y ocho octosílabos se lanza al asalto de la estupidez y de la absurda masacre (Una de estas primeras incoherencias, con un desenlace dramático, fue enviar al frente a los soldados franceses vestidos con pantalón rojo y capote azul. Objetivos tan visibles que fueron despedazados por la artillería alemana). Sobre el tema de la guerra -de todas las guerras- y del cansancio de la guerra, Brassens se explayó varias veces. El 17 de febrero de 1979, con Philippe Mémo, puso las cosas en su sitio al poner, igualmente, las bayonetas en el suyo: "A la gente le gustaría verme explicándome más claramente, le gustaría oírme decir: 'Abajo la guerra', pero '¡ya lo dije en la guerra del 14-18! Dije: "¡Abajo la guerra! Dijeron que me estaba burlando de los muertos de la Primera Guerra Mundial, de las viudas y de los huérfanos. Ni que decir tiene que, para que se te ocurra una tontería, tienes que ser un poco idiota. Casi hay que merecer haber muerto en la guerra del 14".
De hecho, La Guerre de 14-18, no es una canción insultante ni cruel. El autor no considera burlona la suerte de las víctimas, cerca de 40 millones de muertos (de los cuales 1.315.000 eran soldados franceses, es decir, ¡el 27% de los jóvenes de 18 a 27 años!). Los veteranos deberían haberle aplaudido con las dos manos en lugar de tacharle de indigno hijo de la patria.
Pero la verdad está en los versos de otra canción, Les Patriotes (1976).
Et les sourds de chez nous, s'ils sont mélancoliques,
C'est pas d'être hors d'état d'ouïr les sirènes, cré de nom de nom,
Mais de ne plus pouvoir entendre au défilé d'la clique,
Les échos du tambour, de la trompette et du clairon.
(Y les sordos de nuestro bando, si están melancólicos,
no es porque no puedan oír las sirenas, ¡maldita sea!
sino por no poder escuchar más, en el desfile de la compañía,
los ecos del tambor, la trompeta y la corneta.)
Quant à nos trépassés, s'ils ont tous l'âme en peine,
C'est pas d'être hors d'état d'mourir d'amour, cré nom de nom,
Mais de ne plus pouvoir se faire occire à la prochaine.
Au monument aux morts, chacun rêve d'avoir son nom.
(En cuanto a nuestros difuntos, si todos tienen el alma en pena,
no es que se estén muriendo de amor, ¡maldia sea!
sino por no poder ser sacrificados en la siguiente. En el monumento a la guerra, todos sueñan con tener su propio nombre.)
A cada uno sus propias armas. Brassens ha vuelto a elegir la ironía para abordar un tema que le fascina y le horroriza. Si con esta canción los va-t-en-guerre pensaron que se había disparado la última salva, se equivocaron. El poeta subversivo ya estaba preparando Les Deux Oncles y Mourir pour des idèes. (Artículo de Jean-Paul Sermonte en “Les amis de Georges”. Traducción libre)
(Del blog “Canciones contra la guerra”, en traducción libre)
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