La rapada (artículos)

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En La tondue (La rapada), de Brassens, se describe la escena de una mujer joven francesa a la que le afeitan la cabeza con la aquiescencia de una muchedumbre, a modo de castigo por haber sido amante de un soldado alemán durante la ocupación de Francia por los nazis. Se trata de una mujer real concreta —podría ser cualquiera de las más de 20.000 mujeres trasquiladas públicamente durante la depuración pública. L’Épuration fue como se denominó la cacería revanchista que, tras la liberación de Francia en agosto de 1944, emprendieron los patriotas franceses contra quienes colaboraron (collaborateurs) con el régimen nazi durante la ocupación; las cuales eran sometidas al escarnio público por una muchedumbre identificada como patriota: “les braves sans-culottes et les bonnets phrygiens”. La mujer de la canción sufre tal humillación acusada de traicionar a la patria por haberse acostado con el enemigo: “Le roi de Prusse” (el rey de Prusia) era la manera en la que los franceses solían llamar coloquialmente a los soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. La actitud de Brassens (narrador lírico en la canción) es tomar partido, desde la compasión, por esta mujer y en un acto simbólico (ya que cualquier otro le resultaría casi suicida) recoger un mechón de su cabello y llevarlo con honor en la solapa a modo de insignia.
La canción resultó muy polémica (además se acompañó en el disco de “Los dos tíos”, un tema más controvertido aún). Para la edición del video elegí películas y documentales que muestran imágenes de aquellos escarmientos públicos. Para mi sorpresa es uno de los videos más vistos de la colección de canciones.
(Comentario del autor)

En 1964, Georges Brassens publica su octavo álbum, Les copains d’abord, repleto de canciones memorables, entre las que destacan el hermoso himno a la amistad que le da título, una soberbia canción de desamor (Le 22 septembre) y esa joya que es La tondue (“La rapada”), insólita por su tema y por su tono. En el mismo disco se encuentra "Les deux oncles", que formó pareja con la anterior a la hora de levantar ampollas en la piel de un país que parecía unánimemente entregado a la causa gaullista, como si todos hubieran sido resistentes durante la Ocupación. La parábola de “los dos tíos”, el anglófilo y el germanófilo, no acaba, a mi juicio, de afinar el tiro: parece más anclada en el paisaje moral de la Primera Guerra que en el de la Segunda, y el “mensaje”, para utilizar un término muy de la época, es una exhortación reconciliatoria tan bienintencionada como editorializante. La tondue, en cambio, da de lleno en la diana. Brassens elige uno de los momentos más abyectos (y más silenciados) de La Liberación: cuando las "braves gens", en lugar de ir a por los peces gordos que se forraron haciendo negocios con los nazis o por todos aquellos que denunciaron a sus vecinos judíos, optan por rapar públicamente y entre risas a las mujeres, prostitutas en su mayoría, que habían "confraternizado" con el enemigo. (Las tonsuras como castigo, por cierto, habían comenzado en 1942, cuando los fascistas de las Juventudes Populares Francesas recorrían las calles pelando al cero a los zazous, amantes del jazz y de la moda americana).
El segundo acierto de La tondue radica en el empleo de una voz narrativa establecida por Brassens en los días de La mauvaise reputation: esa voz que no cree en banderías ni en patrioterismos y está siempre contra la masa y al lado del individuo, sobre todo si el individuo está caído y humillado. Un narrador antiheroico que es incapaz, por autoconfesada cobardía, de salir en defensa de la mujer rapada (“los esquiladores de cuatro en cuatro me dan miedo”) y, sin embargo, acabará llevando a cabo un formidable homenaje simbólico, tan ínfimo como arriesgado: recoge del suelo un mechón y se lo coloca en el ojal a guisa de condecoración, convirtiéndose instantáneamente en sospechoso.
Hay que ser muy valiente para hacer eso, y muy valiente para escribir una canción como La tondue. Podemos preguntarnos: ¿quién se atrevería a hacer hoy una canción como esa? La pregunta es legítima, pero lleva implícita, retroactivamente, esta otra: ¿quién, que no fuera Brassens, se hubiera atrevido a escribirla y cantarla en 1964, so pena de ser acusado de colaboracionista e incluso de filonazi?
Siempre me ha emocionado profundamente La tondue: por lo que cuenta y por cómo lo cuenta; por su clarísima toma de postura ética y por ese tono que aborda un asunto tan siniestro sin caer en jeremiadas, sin echar mano de grandes palabras, incluso con un suave humorismo.
(Tomado del blog del País; Bulevares periféricos)

Como Eluard, también Brassens toma la defensa de aquellas muchachas humilladas por aquellos que, a última hora, quisieron hacer méritos como resistentes. Lo hace con cierto retraso, como reconoce él mismo:
"l'aurais dú prendre un peu parti pour sa toison uosio,
J'aurais dú dire un mot pour sauver son chignon
Mais je n'ai pas bougé du fond de ma torpeur
Les coupeurs de cheveux en quatre m'ent fait peur.
En quatre m'ont fait peur. »
“Debí haber defendido un poco su cabello
debí haber hablado en favor de su moño
pero no me moví, debido a mi letargo
y a que aquellos trasquiladores me daban mucho miedo
y, de cuatro en fondo, mucho más”
Pero no fue La Tondue lo que desató la tormenta. En el mismo recital del Bobino, Brassens estrenó “Les deux oncles” («Los dos tíos»); uno, partidario de los aliados, y otro de los alemanes: (l'un aimait les Tommies, l'autre aimait les Teutons). «Cada uno murió por sus ideas y yo -dice Brassens- que no quería a nadie, sigo viviendo. Ahora que se construye la Europa de mañana, que vuestros hijos e hijas van dándose la mano, todo el mundo se ríe de vuestras depuraciones, de vuestras colaboraciones.»
(Gramola Galáctica: Brassens, “La tondue”. Traducción libre)

La liberación es una cosa, la estupidez humana es otra. "¿Qué pasa con los llamados "liberadores" que hicieron caminar delante de ellos en 1944 a mujeres desnudas y rapadas?" -dijo Gilbert Ganne indignado- y no estaba solo; Paul Eluard escribió un poema al respecto: "Entiende quién lo hará". Pero la canción tiene tal público, tal alcance que los "resistentes" -no confundir, lo repito para los que están sordos, con la Resistencia- se sintieron señalados por la "Tondue" de Brassens. Bien. Estas mujeres no se cortaron el cabello a sí mismas. Los manifestantes se representan a sí mismos sosteniendo el cortapelo. El verdadero "honor de los poetas" de moda el 44 de agosto, es el de Eluard de "Entender quién lo hará", es el del autor de La Tondue, del que canta: "No tengo la cruz de honor, no tengo la cruz de la guerra, tengo mi propia roseta, es una guerra de corazón".
(Extracto de “Georges Brassens” de René Fallet en traducción libre)

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