La Juana (artículos)

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Ramón Luis Chao en su libro "Georges Brassens" (Ediciones Jucar, 1973) realiza un extenso retrato del personaje de Jeanne. El capítulo dedicado a esta mujer comienza con la renuncia del compositor a volver a su campo de trabajo en Basdorf, pequeño pueblo a 20 km. de la capital del III Reich, donde estaba la gran fábrica de la B.M.W. que había sido transformada para fines militares y en la que trabajaban 4.000 hombres de diversas nacionalidades. Tras un permiso (que Brassens consiguió curiosamente alegando que vivía en concubinato con su novia, en París) decidió no volver y esconderse. Se mudó de domicilio y se instaló en el domicilio de Jeanne (una amiga de su tía Antoinette) que estaba situado en un discreto patio del apartado Impasse Florimont. Allí permanecía todo el día encerrado para salía únicamente algunas horas por la noche tratando de evitar los controles policiales.
Entre Brassens y Jeanne nació una tierna amistad con el tiempo. Ya cuando estaba en Alemania recibía paquetes con tabaco de pipa y conservas remitidos por ella. Sus compañeros estaban intrigados por estas relaciones entre filiales y amorosas de la pareja. Cuando uno de ellos al regresar a París conoció a Jeanne la describe así:
"Conservaba el recuerdo de Jeanne a través de la foto que Brassens me había enseñado en Alemania, No muy joven, pero tampoco vieja. Morena y coqueta. Y he aquí que me encuentro con una mujer ya anciana, desdentada, con los cabellos blancos, desaliñada y la piel de las mejillas diáfana. La voz vulgar. ¿Pero esta es Jeanne?
Sí, era Jeanne, a la sazón con 42 años cuando él contaba 23.
Seducida por el encanto de Brassens se le entregó enteramente desde su etapa parisina. Le ayudó siempre en la publicación de sus libros, en su vivir diario, en la satisfacción de sus caprichos… Terriblemente celosa, ejercía una especie de dictadura en el círculo de amigos de Brassens defendiéndose, como una gata en celo, contra las mujeres que se le acercaban; aconsejándole y desaconsejándole amigos (no es cierta la leyenda de que era una especie de musa para él o para otros cantantes; solamente aceptó en su casa a los amigos de Brassens, y de estos, solo a los que consideraba serios, es decir, a los que no le llevarían a correr aventuras femeninas). Con sus amigos era de una generosidad extrema (Brassens lo describe muy bien en un par de canciones antológicas: "Chanson pour l'aubergnat" y "Jeanne"). Marcel, su marido, era también un personaje singular. Pintor de coches, aceptó desde el primer momento la decisión de Jeanne: sencillamente, sin amargura ni reproche, se retiró del lecho conyugal tras la irrupción del joven melenudo en su hogar, instalándose en la habitación de los trastos. Volvió a ocupar su lugar cuando las relaciones entre Jeanne y Brassens se estabilizaron en un puro afecto.
Cuando murió Marcel y Jeanne y se quedó sola, Brassens ya era la primera figura de la canción francesa y estaba siempre ausente. Además, encontró otro compañero. En realidad, Brassens, hacía ya muchos años que había abandonado el hogar de Jeanne.
No importa que esta tuviera 65 años, que le hubieran extirpado un pecho para detener un cáncer avanzado y que estuviera un par de veces en la antesala de la muerte: se enamora locamente de un joven de 37 años llamado, precisamente, Georges y muy parecido físicamente a Brassens. Cuando el 26 de mayo de 1966 le anuncia a Brassens su intención de casarse, este lo toma a broma. En una entrevista a Jeanne del periodista Govanni Sccuito esta explica la situación. Entre líneas podemos acercarnos al carácter y la visión del mundo de ambos personajes.

"Siento muchísimo haber desobedecido a Brassens, pero no podía actuar de otra forma. Estoy segura de que, a la larga, me perdonará. Desde que perdí a mi marido, hace poco más de un año. me sentía muy sola en mi casa de Florimont. Me veía envejecer sin tener un compañero a mi lado; era demasiado triste... Conocí al que iba a ser mi marido el mes de enero pasado [...] Le veía tan desdichado, tan desanimado, que quise ayudarlo a toda costa. Y, claro está, me pareció normal dedicarle todo mi afecto que no podía servirle ni a mi pobre marido ni a Georges que se encontraba ya en su casa de Crepières. Entonces, cuando me levantaba por las mañanas, en lugar de esperar una jornada de soledad y de tristeza pensaba que a las dos de la tarde volvería a ver a ese otro Georges que no cantaba, pero que tenía bigotes como él, que era también alto y bien parecido y que hubiera podido ser también mi hijo. [...] En un café de Montparnasse hablábamos durante horas y, es normal, en estas condiciones que le cogiese afecto y, cuando una tarde me habló de casarnos, estuve de acuerdo. Pero era necesario que Georges estuviera de acuerdo también...

Un día, y después de servirle un enorme trozo de camenbert, su queso preferido, le dije armándome de valor:

- Georges, quisiera casarme.
- Es una broma -me contestó.

- No, Georges, no es ninguna broma -le contesté. He conocido y quiero a un hombre que puede hacerme feliz. Y le precisé enseguida que Georges Sanjak tenía treinta y siete años. Entonces Brassens se puso a reír hasta caérsele las lágrimas, luego se limpió los ojos con las manos y me dijo:

- Pues bien, excelente idea. ¿No te das cuenta de que tiene treinta y siete años menos que tú?

- Es un muchacho excelente y muy cariñoso -le dije-. ¿Quieres que venga a verte esta tarde?

Al oír esto, Georges golpeó con el puño en la mesa.

- No pondrá los pies aquí -gritó-. Nadie puede casarse con una mujer que puede ser su abuela. No es razonable tampoco.

No hubo forma. No quiso cambiar de opinión. Se negó a conocer a Georges Sanjak. Pero yo soy bretona y, por tanto, testaruda. Mi novio y yo hicimos todos los papeles para casarnos. [...]

Por eso decidí desobedecer a Georges y casarme. Ahora estoy convencida de haber actuado bien: mi marido y yo vivimos el uno para el otro y la vida me parece más bella que nunca. Solo me apena una cosa, que Georges esté enfadado. [...]

Jeanne, a los setenta y cinco años, salió de viaje de novios con su marido... ¡en motocicleta hasta Bretaña! Murió en octubre de 1968 en el hospital de Saint Joseph, después de una operación de vesícula bilial. Brassens acudió al hospital a despedirla y esta mujer excepcional desapareció en plena felicidad. Para G. Brassens los años que pasó en compañía de Marcel y Jeanne en el Impasse Florimont fueron los más felices de su vida y dejaron una huella importante en su obra.

(Extracto del libro de Ramón Luis Chao: Georges Brassens)


Veamos como lo cuenta René Fallet:
Febrero de 1940. Un tímido joven se encuentra, con una maleta en la mano, frente a la Estación de Lyon. Viene de Sète, en Languedoc y, en estos tiempos difíciles y con una guerra que le rodea como un abrazo, eligió ir a París. La culpa de ciertos antecedentes como delincuente y una "mala reputación" le persiguen en su ciudad de origen. En la capital, Georges Brassens es recibido, en 173 rue d'Alésia, por su tía, Antonieta. El marido de esta tiene una pensión familiar y Georges encuentra rápidamente un trabajo como encuadernador y luego un trabajo en Renault. También le aconsejan: "No solo debes vivir en París, sino más precisamente en el distrito decimocuarto". (Se trataba de barrios habitados por gente de clase media con precios más asequibles que eran los preferidos por los parisinos por su gran oferta en servicios y precio). Pronto tiene otra razón para estar entusiasmado. Antoinette tiene una buena amiga, Jeanne Le Bonniec, que le abre la puerta de su guarida insalubre en el 9 impasse Florimont. Jeanne tiene casi 50 años. Está casada con un dulce y generoso borracho, llamado Marcel. Y aprecia a Brassens en todos los sentidos. El chico puede tener 19 años y edad para ser su hijo, pero no lo trata como una madre haría con su hijo. Georges, fuerte y amable, lo complace físicamente. Además, sensible al arte y la música, el poeta que habitaba en él la enamoró.
Entonces se establece un extraño trío en aquel hogar habitado por tres personas: Jeanne y sus dos hombres. Marcel no se ofende por el romance entre su esposa y su joven protegido. Mejor; lo adopta como hijo, a pesar de ser otro contendiente por amor de Jeanne. Es a él a quien probablemente Georges dedicó su famosa canción, "L'Auvergnat", a Marcel. Jeanne, inspirará dos composiciones para su amante: "Jeanne" y "La Canne de Jeanne". Mientras tanto, ésta sacrificará sus escasos ahorros para pagar una guitarra a Brassens y publicar su colección de poesía, "A la Venvole", por su propia cuenta.
Al final de la guerra, Brassens se enamoró de otra mujer: Joha Heiman, a quien llamó "Püppchen" ("muñequita" en alemán). Le dedicará precisamente, "Me hice muy pequeño" (frente a una muñeca). Luego, negándose obstinadamente a casarse con ella, escribió "La no propuesta de matrimonio" para ella. Joha será la mujer de su vida. La que, a su muerte en 1999, será enterrada a su lado, en Sète. Pero Georges continuará viviendo, incluso ya famoso y enamorado de "püppchen", en el callejón sin salida Florimont, en el barrio pobre de Jeanne. Hasta mediados de la década de 1960. En ese momento, Jeanne, de 75 años y viuda de Marcel, se casó nuevamente con un segundo marido... ¡un hombre de 37 años! Pero Georges Brassens, no se podía imaginar un nuevo trío ... ¡con él en el papel del barbón! Luego abandona definitivamente el callejón sin salida de Florimont. Pero cultivará, hasta el final, la amistad de su querida Jeanne ...

(R. Fallet, en traducción libre)  

En casa de Jeanne y Marcel Planche, en el callejón sin salida del Pasaje Florimont, fue donde Georges Brassens encontró el amor y la libertad. Nunca había agua ni gas, pero al poeta no le importaba, porque él estaba allí mejor que en ningún otro lugar. Dirá: "Era una especie de barrio pobre. Pero estuve allí bien, y he mantenido desde que lo dejé, una sensación de incomodidad absolutamente excepcional"
Los animales de Impasse Florimont eran reyes ... y numerosos. En el patio trasero de Jeanne coexistían: un ratonero, un cuervo, gallinas, un loro que se burlaba de los perros y pellizcaba las nalgas de los visitantes, gatos, muchos gatos... Los Brassens los adoraron a todos y también a un... ganso, que un día pone, maravillosamente, ¡un huevo! Georges Brassens hará una canción entrañable con el animal: "La cane de Jeanne"
Esta descripción está extraída de un análisis de las traducciones al español de algunas canciones del poeta. La canción Jeanne comienza con la descripción de su modesta casa que está abierta a todos: Es la casa de Juana, de la Juana; su albergue está abierto a personas sin fuego ni lugar; podrías llamarla la posada del Buen Dios si no fuera porque ya hay uno allí; el último en el que se puede entrar sin llamar, sin mostrar pata blanca.
En la primera estrofa vemos la descripción de la benevolencia de la dueña de una pequeña casa que está dispuesta a acoger a todos, no atendiendo a las diferencias entre las personas. El término "sin mostrar una pata blanca" lo expresa muy bien. Por lo tanto, da la bienvenida a todos, incluso a personas desconocidas para ella "demostrando su identidad, su forma generosa de ser". El autor enfatiza la importancia y singularidad del personaje con el artículo precediendo al nombre propio.

Es la casa de Juana, la Juana,
su refugio está abierto a gentes sin hogar
el albergue de Dios lo podríamos llamar
si no existiera ya uno,
el último donde aún se puede entrar
sin llamar, sin tener que enseñar la patita blanca.

En la segunda estrofa se describe el buen corazón de su amiga en la que siempre hay suficiente espacio para un recién llegado, ya sea persona o animal. Con la misma afabilidad Jeanne dio la bienvenida a Brassens cuando se refugió en su casa tras desertar del STO. Jeanne no temía a este joven desertor y no pensaba en los problemas que le podría reportar si Brassens hubiera sido descubierto en su casa. La tercera estrofa describe la falta de confort en los Planches que no impide la buena impresión que todo el mundo guarda cuando los visita:

Es la casa de Juana, la Juana
es pobre y su mesa está a menudo mal proveída
pero lo poco que allí hay harta para siempre.
Por la forma en que ella lo da
su pan se parece a un pastel
y su agua al vino como dos gotas de agua.

La cuarta estrofa nos muestra que Jeanne no exige nada para el regreso y lo hace todo por dos veces nada. Probablemente sea suficiente para complacer a sus seres queridos y obtener sólo una pequeña sonrisa en la otra mano. Entonces puede sentirse bien consigo misma:

Es la casa de Juana, la Juana.
Se le paga cuando se puede precios increíbles:
un beso sobre su frente o sobre sus cabellos blancos,
una especie de acorde de guitarra,
la dirección de un gato magullado,
o la dirección de un perro embarrado como propina.

En la quinta estrofa, Brassens menciona el hecho de que ambos tienen en común y que es no tener hijos. No sabemos si ella no quería tenerlos, pero es posible que no pudiera. Por lo tanto, seguramente encontrara su felicidad cuidando de personas, animales y plantas:

Es la Juana, la Juana.
Entre sus rosas y coles no encontró su bebé
al que amar y al que defender contra los cuatro vientos
y que se agarrase a su pecho,
al que regar con su leche;
otras en su lugar estarían apesadumbradas.

En la última estrofa, el autor de la canción consuela a Jeanne por no tener hijos. Utiliza la frase "para preocuparse por él como colin-tampón" para expresar su indiferencia respecto a este tema y para los niños la palabra "poulpiquet", que son pequeños genios de las leyendas bretonas:

Pero a Juana, la Juana
le importa eso un comino.
Ser madre de tres diablillos, ¿para qué
cuando ella es madre universal
cuando todos los niños de la tierra
del mar y del cielo la llaman “mamá”.

Jeanne no deberá tener miedo de sentirse sola en la vida con el tiempo porque siempre tendrá sus "hijos" a su alrededor.

(Comentarios de fuente no datada)


Editando el video de acompañamiento al karaoke he peinado la red en busca de imágenes de esta mujer. No hay muchas. Existen afortunadamente algunas fotos, aunque de mala calidad, de Jeanne y su oca; otras con los animales domésticos a los cuales adoraba; algunas con visitantes o en familia donde Brassens participa como uno más (efectivamente inscrito en su familia, como dice la adaptación). Hay varias en el pequeñísimo patio de la casa, lugar donde Brassens se lavaba y practicaba con su guitarra. Y también el lugar donde paseaba la pata de Jeanne, la mundialmente famosa cane de la canción:
"La pata
de Jeanne
ha muerto en Navidad.
La víspera
había puesto
¡qué maravilla!
¡un huevo"

Y, por supuesto, un árbol del que siempre lamentó separarse. Es el famoso árbol de la canción "Auprés de mon arbre":
"Cerca de mi árbol
vivía yo feliz.
Nunca debí alejarme de mi árbol"

Pero, a pesar de la mala calidad de las imágenes, se descubre en cada mirada la profunda admiración de Jeanne por Brassens. Algunas de las fotos delatan la coquetería de una mujer mayor, a la que la vida ha maltratado, y que sigue enamorada de aquel joven con el que compartió lecho años atrás. En casa de Jeanne, Brassens encontraba todo lo que necesitaba -afecto, techo, lecho, comida y dinero-; y podía así dedicarse intensamente a la realización de sus sueños...
Años después, cuando hacía tiempo que no vivía ya en Florimont, decidió comprar, pagando de su bolsillo, la casa de Jeanne y la vecina para evitar su derribo. Acabó regalándola a sus inquilinos de siempre. El cantante, que vivió más de veinte años bajo aquel techo, siempre guardó recuerdo y agradecimiento a aquellas personas y, hasta el final de sus días, los visitó con frecuencia y se interesó por ellos.
Quizá, tan solo quizá, esta canción tuvo alguna influencia en Ricardo Cantalapiedra que, en 1975 publica el tema "En casa de la Maruja". Brassens había publicado Jeanne en Les Trompettes de la renommée (1962). Son 13 años de diferencia, pero en aquella época las ideas (y la música) llegaba a España desde Europa a veces con décadas de retraso. No hay que descartar que, cuando su conciencia social lo llevó a integrarse en el PCE, entonces ilegal, y sus discos cambiaron de enfoque: compuso En casa de la Maruja (un retrato de la clandestinidad) o las irónicas Qué bello es mi país y Perpiñán, jardín de flores, que cantó por colegios mayores, festivales estudiantiles y grandes concentraciones en favor de la democracia. (ambas recuerdan un poco a Jeanne y Los idiotas nacidos en cualquier lugar". Habrá que investigar...
(Comentarios del autor)

La canción se graba el 12 de octubre de 1962, con otros ocho títulos, la mayoría de los cuales han tenido el favor de la posteridad (Las trompetas de la fama, Marquesa, Los amores de antaño, La guerra de 14-18...). El disco, se publicará en diciembre del mismo año. Este bonito vals a modo de homenaje no dejará indiferente a ningún admirador y hará también la felicidad de muchas orquestas. Por la gracia de varios programas recientes, de una película destacada y de numerosas biografías; Jeanne y su leyenda han recuperado una nueva juventud. Ahora sabemos el papel esencial que esta Virgen de los Gatos tuvo en la existencia y el destino de Georges Brassens. A través de algunas anotaciones personales del poeta, pero también por el diario de René Fallet, encontramos sin embargo la huella de una herida en Brassens cuya profundidad no se sospechó. George, lo sabemos, no quería salir del callejón sin salida. A pesar de su fama, de su fortuna, estaba bien allí. Su torre de marfil, construida con acordes y palabras, se componía de estas pequeñas habitaciones, de esta vieja escalera de caracol, de este pequeño patio, lugar histórico de las asambleas felinas. Sin embargo, se irá en 1966 por... un matrimonio. En efecto, Jeanne, un año después de la muerte de Marcel, decidió casarse con un joven borracho que Georges no nombrará en sus escritos más que bajo este epíteto: «el loco». En su «Cuaderno de bitácora» recientemente encontrado, en medio de un sinfín de palabras, notas, versos y pensamientos que son bosquejos de canciones; se descubren, por aquí, por allá, algunas fechas unidas a simples frases pero que traicionan su desconcierto. El 22 de febrero de 1966: «Juana pierde el norte por un vecino». El 29 de marzo, confirma: «Juana enamorada». Fallet, por su parte, escribe en la fecha del 23 de marzo: «Brassens perturbado por las locuras amorosas de Jeanne que quiere casarse con un borracho cuarenta años más joven.» Algún tiempo antes, el 12 de febrero, se podía leer, siempre en Fallet: «Jeanne, alias «Grosbidon», con 74 años, enamorada de un vecino. Pequeño drama en el callejón sin salida. Le pregunto a Georges: - ¿Es que no te has dado cuenta? - Se pone unos pantalones ajustados y se lava los pies.» En su cuaderno Brassens señala también: «8 de mayo, Bans, Jeanne, públicos (escrito así para evitar sin duda el juego de palabras «bancos públicos», pues no estaba de humor para reír).» ¿Le inspira esta historia el verso, siempre escrito en mayo, que se convertirá en el estribillo de una canción: «Habladme de amor y os daré un puñetazo en la boca»? El 13 de junio es el turno de Fallet de comentar: “Los límites del cómico, del bufón, transgredidos. Jeanne, de 74 años, se casó con su borracho vagabundo de 37 años. Nos divertiremos después de la boda. Será estrangulada antes de fin de año, si todo va bien”. Todos se ríen menos George. ¡Ya no tiene sentido del humor, palabra!» ¿Cómo hacer gala de burla cuando la vida en un callejón sin salida se ha convertido en un infierno? El «loco» (¡que llevaba bigote y se llamaba... Georges!) era realmente demente. Bebía, golpeaba a Jeanne y sufría frecuentes ataques de delirio. Al amanecer, Jorge debía soportar el estruendo de sus incesantes disputas. La torre de marfil se agrietaba y la paz ya no reinaba en el 9, impasse Florimont. Garabateado en una esquina de una página y (¿rabiosamente?) tachado: “Golpeaba a Jeanne” (se quejó al comisario). “Hacía escándalo cada noche cuando estaba borracho. Estaba destrozando la casa de Jeanne. Rompió los postigos de mi puerta, también registró mi habitación. Vivió de Juana, por tanto, de mí, de lo que yo traía.» El 26 de mayo de 1966, contra viento y marea, contra la opinión de todos sus allegados; Juana, la «Calamity Jane», se casa. Un Georges entra ruidosamente al callejón con una botella en la mano; al rato, herido, se va con una guitarra bajo el brazo.
La muerte de Jeanne El año 1967 es tan desconcertante para Brassens como su boda de 1966. Los tormentos suceden a los triunfos. Su gira de conciertos en Bobino - ¡más de un mes! - fue seguida por un largo viaje por Francia, Suiza y Bélgica. ¡El mismo éxito en todas partes! Pero sus ataques de cólicos nefríticos no le permiten saborear la menor felicidad (por ejemplo, el Gran Premio de poesía de la Academia Francesa). Sus tours de actuaciones, que se convirtieron en tours de force, fueron finalmente interrumpidas y tuvo que someterse a una segunda intervención quirúrgica. Siempre sus malditas piedras. «Con todas mis piedras habría podido construir un muro en mi jardín», bromea, estoico. ¿Qué hay de Jeanne? Si la canción se ha convertido en un clásico del repertorio de Brassens, no hay que esperar por ello que la heroína se calme. También en su cuaderno de bitácora, Georges escribe el 7 de marzo de 1967: «El marido de Jeanne en el asilo», y el 21 de junio: «He vuelto a ver a Jeanne y al loco, que ha salido del asilo». La serie va a continuar. A finales de año, Jeanne le asegura a Georges que ha pedido el divorcio. Su marido, el Día de Año Nuevo, está encerrado de nuevo en Sainte-Anne. Aquí estamos en 1968. Los meses siguientes no van a escatimar nada a Georges: las turbulencias del hogar de Jeanne, agravando la salud ya de por sí deficiente de la anciana, y los cólicos nefríticos que siguen torturándolo; todo ello con un trasfondo de gran trastorno (Por otra parte, cuando le preguntan: ¿Qué hacíais en mayo del 68? Él responde: - "¡cálculos! "). En el mes de octubre la salud de la pobre Juana se deteriora, es trasladada el 18 al hospital de San José y operada al día siguiente. Notas de Brassens: “Jueves, 24.10.68. Juana murió anoche a las 23.15 en San José. La hermana Odile me llamó a las 7:00. La Flora, Fallet, la señora Simone Beignout estaban allí. Jeanne se agitaba mucho y dijo varias veces: "Bésame". Cuando el anestesista le preguntó si tenía sed, dijo: "Sí". "¿Quiere un poco de tila? - No. - ¿Qué le gustaría? - Champán", respondió con entusiasmo. Abrí la botella y se bebió dos o tres tragos con la cuchara. La hemos estado moviendo continuamente a petición suya. Le dolía el muslo izquierdo. Le dije: "He lavado al perro". Marchamos treinta minutos después a la casa de Giacommetti donde nos esperaba Püpchen. El loco se quedó. La hermana con gafas le dio las joyas de Jeanne al loco. Guardó el anillo y me dio el resto. Esta mañana, 25 de octubre, llueve». Fallet, en su diario: «La muerte de Juana. Estoy recogiendo su último suspiro junto a George. Es la primera vez que alguien muere ante mis ojos. Quería gritar mientras ella se quejaba: "Pero, Jeanne, ten cuidado, ¡no ves lo que estás haciendo!" [... ¡Pobre Jeanne! Con ella se va toda la juventud de Georges, y un poco de la mía, cuando empecé a frecuentar aquella casa del callejón sin salida, más bien loca y tumultuosa en los años 53-54-55...» Más adelante: Püpchen: - ¿Están seguros de que está muerta? Georges: - Con Jeanne nunca se sabe. En todo caso, lo imitaría muy bien». Juana será enterrada el sábado 26 de octubre de 1968 en el cementerio de Bagneux. El 29 de octubre, Le Monde y France-Soir se harán eco de una ceremonia sencilla y conmovedora a la que asistió el grupo de amigos: Fallet, André Vers, Jean Bertola, Loulou, Chabrol... Permítaseme compartir con ustedes un recuerdo personal. Un día que compartí con Püpchen mi deseo de ir al cementerio de Bagneux para depositar un ramo de flores sobre la tumba de Juana, su reacción fue asombrosa: «Os acompaño, dice, y yo también llevaré flores...» Aquel día, el jueves 20 de septiembre de 1990, vi a esta mujer, con la mirada lejana, recogiéndose en la tumba de su antigua rival. Ambas habían inspirado algunas de las mejores canciones de amor de nuestra lengua. Ellas eran las musas. Ahora se han unido a la inmortalidad de su poeta.

(Jean-Paul Sermonte, en el boletín “Les amis de Georges”, en traducción libre)

Tenemos problemas para olvidar a Jeanne. Su influencia fue tal en la vida y obra de Brassens que merecería una biografía ella sola. «Jeanne, la Jeanne... » este estribillo, desde 1962, ha hecho a Jeanne tan famosa como la Jeanne querida al corazón de Víctor Hugo: "Estos lugares son puros; tú los completas. Este bosque, lejos de los caminos trillados, parece estar hecho de violetas Juana, con todas tus virtudes." («A Juana», Las Canciones de las Calles y del Bosque). O también la Jeanne enigmática de Charles Baudelaire, inspiradora de algunos poemas inolvidables: Perfume exótico, El cabello, Remordimientos póstumos... Esta canción, precedida por otras dos, "La cane de Jeanne" (1953) y "Chanson pour l'Auvergnat" (1954), consagra a Jeanne como la figura femenina más destacada del universo Brassens. A este respecto, cabe mencionar un episodio poco conocido de la vida de Georges y que revela toda la ternura del poeta hacia su musa, así como su predilección por el humor macabro. Esta fascinación de la muerte (por otra parte compartida por los dos ilustres poetas antes citados) le inspiraba indudablemente la mayor admiración por pinturas como el famoso Finis Gloriae Mundi, de Juan de Valdes Leal. Esqueletos, huesos, cadáveres... ¡El vocabulario, como la decoración funeraria, parecía deleitarlo! (¿No pensó, acaso, en tomar como seudónimo a Pepino Cadáver?) La historia transcurre en 1943 en el campo de Basdorf. George está preocupado porque ya no recibe noticias de Jeanne. Teme que haya pasado de la vida a la muerte y se inquieta ante los amigos y, en particular, ante René Iskin. Son las confesiones de este último, publicadas en el libro de André Larue Brassens o la Mauvaise Herbe (Fayard, 1970), las que nos revelan la anécdota. «No es normal, dijo a su amigo que trata de tranquilizarlo: - ¡Yo tampoco tengo cartas, no te preocupes! - Siento que le ha pasado algo. Ella está muerta. Sí, estoy seguro de que está muerta”. No había nada que decirle para disuadirlo. Su seguridad era tal que pronto toda la habitación compartió su "videncia". ¡Jeanne ya estaba muerta! Y Brassens, delante de los Pafs que lo habían oído, expuso el proyecto que acababa de decidir: - “Necesitaré su cráneo. Debe ser maravilloso tener la cabeza de alguien que pensó en ti...”. Después de todo, ¿por qué no? Los Pafs querían ayudarle a recuperar, a su regreso, el cráneo de Jeanne, pero ¿cómo? - Hay que preguntarle a Villeroy, dijo uno de ellos. - Eso es, preguntémosle a Villeroy. Villeroy, era un muchacho hermoso y grande, amable y sonriente, antes de nuestro equipo de fútbol que, contrariamente a sus apariencias, ejercía el oficio de sepulturero. - ¡Traedme a Villeroy! ordenó Brassens. Iskin fue a buscar a Villeroy en un cuarto cercano y lo llevó al "Maestro". - Ahí está, le confió Bidet. Cuando regrese a Francia, quiero desenterrar el cráneo de una persona que acaba de morir. ¿Cómo puedo hacerlo? Asombrado, Villeroy miró a Brassens con asombro. - ¿Es una broma? Pero todos los Pafs presionando a su alrededor parecían de buena fe. - Pero no, se disculpa Brassens. Te aseguro que es serio. Explícame. ¿Qué tan profundo está el ataúd? ¿Cómo se puede abrir? ¿Cuántos hombres se necesitan para limpiar la tierra? Y Villeroy dio a Brassens y a los Pafs atentos una verdadera lección de enterramientos. Inmediatamente se formó un comité para la recuperación del cráneo de Jeanne. Al día siguiente, llegaron dos cartas de Juana...» Con Brassens y los dramas, los oprobios siempre se rebozaban de humor. ¿No es la risa el mejor truco para evitar el sufrimiento? «Cuando recibía cigarrillos -escribe también Larue-, decía a los amigos: "Juana tuvo que hacer un pase para conseguir ese Perlot..."» Veinticinco años después, en el lecho de muerte de su vieja amiga, responderá a un amigo conmovido por la serenidad del rostro de Juana: «Ya ha tenido peor aspecto que ahora…» Conservar el cráneo de su amante, y adornar su oficina, una intención del autor de "Los niños que roban los cráneos terrosos" (1949) no sorprende realmente... Por otra parte, Jeanne, que no se dejaba engañar por un centavo, habría sonreído sin duda ante esa idea... Así pues, no habría abandonado el callejón sin salida ni su papel de ángel guardián de los gatos y los poetas.

(Extractos en traducción libre del libro "Brassens ou la liberté" 
de Clémentine Déroudille y Johann Sfar)

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