El pornógrafo (artículos)

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En 1956, Georges Brassens le dio a su sexto álbum el título de El pornógrafo, usando un título de libro de Rétif de la Bretonne (escritor francés) dedicado a la prostitución. Con esta canción, Brassens finalmente se define a sí mismo: será el "¡pornógrafo del fonógrafo, la broma de la canción"! Hay pocos textos en los que Brassens hable de él directamente: así, uno puede encontrar, además de en "El pornógrafo", los siguientes títulos: "Trompetas de la fama" “El boletín de la salud " donde tranquiliza al curioso, "follo, follo "... y "La andropausa", que es una de las últimas canciones de Brassens y que no tendrá tiempo de grabar. Pero no nos equivoquemos, si habla con mucho ruido de su sexualidad, esconde sin embargo su vida privada y su amor íntimo.
(«De potins, anecdotes, extravagances, excentricites, ocasseries de certains artistes»)

El sentido del humor es más raro en los escenarios que el viento. Del negro al rosa, Brassens lo practica y no es el menor placer de sus discursos escuchar a la audiencia reír desde la escena. Un poeta, por excelencia, no tiene derecho a tomarse en serio. Los mayores siempre han hermanado la fantasía con la felicidad. La "autocrítica" de El Pornógrafo del fonógrafo es un monumento en este sentido. Brassens apoya este argumento en ocho palabras: "Hoy, mi sustento, es hablar como un bufón" y llega a esta conclusión: él es el primero en llorar. Esta falsa contrición desencadena la risa con seguridad matemática. Este enorme guiño en última instancia permite al "pornógrafo del fonógrafo" demostrarnos que "la palabra no es nada en absoluto" y que ningún "Gran Manitou" puede sentirse por encima de ella. Cuando un Brassens se llama a sí mismo una grosería en una canción, el efecto es seguro. Nos deseamos íntimamente muchas pillerías de este tipo.
Georges Brassens (René Fallet)


En años que la pornografía se ha ido volviendo cada vez más triste, es bien gozoso ver aquí a Brassens disfrazándose de pornógrafo a lo arcaico («del fonógrafo», que es lo mismo que 'gramófono', aunque del revés), cuya pornografía consiste en el juego de soltar, entre disculpas, alguna palabrota al final de cada estrofa, haciendo para recibirla un adecuado cambio de registro en la marcha de la música. Este remate de estrofa, por cierto, lo hago, según modelo del original, en dos variantes, una de 6 sílabas (en los versos 62 y 72), y la normal de 5 (las otras veces), que ambas se ajustan bien al juego; también la bisagra de las hemístrofas, que es en francés un «mais» (salvo en el v. 48), se hace bien con las dos sílabas de «pero», marcando sobre la segunda. En fin, contribuya esta labor a que Brassens, según su gusto, se gane las simpatías de alguien «pour qui le mot n'est rien du tout», «para quien la palabra no es nada de nada», pero no la parole o verbum o łógos; no, por cierto, sino le mot, el vocablo.
(Agustín Gª Calvo en "19 canciones" de Brassens, a propósito de su propia traducción)

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