El gran roble (artículos)

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Le gran chêne pertenece a esa serie de fábulas pesimistas de Brassens con trasfondo social. El abuso, las promesas incumplidas, la indefensión de los débiles... son temas que se tratan aquí aderezados con juegos de palabras y contenidos. Aparece en su disco Supplique pour être enterré à la plage de Sète (1966). Brassens a menudo se ha comparado a sí mismo con un roble. Pero el roble, por más sólido que parezca, tiene su propia fragilidad. Uno no se atrevería a ponerlo en competencia con una caña vulgar. Y sin embargo con Le gran chêne, tenemos una de esas pequeñas canciones de las cuales Brassens tiene el secreto. La historia es inofensiva, pero la melodía fácil y juguetona, la mantiene en la mente del público. Allí también, toda la historia converge en la caída (de la historia, no del árbol) y esta idea, un poco loca, de que podría haber árboles que lleguen al paraíso. ¡Buena idea!
(Autoría sin datar)

No muy lejos de los animales de Brassens están los árboles de Brassens que comparte con Ronsard una desconfianza hacia los leñadores del bosque de Gastine. En El Gran Roble, pasea con su viejo amigo La Fontaine al son de una canción infantil. Los robles, como los gatos o las mujeres, tienen todo que temer de los hombres. Cuando el roble se marcha sin mirar atrás, tememos por él, hasta que Brassens lo empuja al paraíso a pesar de las dudas de un mediocre santito. ¿De dónde viene nuestra debilidad por este gran roble? Hay en este desafortunado, infancia, encanto, árbol de Navidad. A pesar de la precisión de las palabras, mantiene su misterio en nuestros ojos. Y el "jardín de su resplandor" querido por Gaston Leroux.
(Comentarios de René Fallet en “Georges Brassens”- Traducción libre)

Más de treinta y cinco años después de su adiós a la vida y a los escenarios, muchos de nosotros seguimos escribiendo, cantando, componiendo o simplemente soñando a la sombra de la Grand Chêne.
En su segundo disco de 30 cm (dos años después de los Copains d'abord, grabado en octubre de 1966 en su casa de campo de Crespières), Brassens golpea con fuerza con canciones que le asegurarán el triunfo en el TNP (con Juliette Gréco del 16 de septiembre al 23 de octubre) que asentarán su popularidad para siempre. En efecto, obras maestras como Súplica para ser enterrado en la playa de Sète y La no petición de matrimonio, iban a formar parte de todos sus repertorios y siguen siendo, aún hoy, canciones inolvidables.
El gran roble, si bien no disfrutó del éxito de estas canciones, no se vio asfixiado por sus laureles y no tuvo demasiadas dificultades para crecer y darse a conocer.
Hablar de este árbol es hablar de Brassens. ¿Era consciente de que al componer esta canción estaba descodificando en palabra y en espíritu, más aún que en su alter ego “Cerca de mi árbol”, algunos rasgos innegablemente autobiográficos? ¿No resuena este alejandrino: "Vivía fuera de los caminos forestales" con: "¡Banda aparte, por Dios Santo! Esa es mi regla y la cumplo" (Le pluriel), o con "Yo vivía alejado de la plaza pública” (Les trompettes de la renomée) o incluso en Le mauvais herbe: "Los hombres están hechos, nos dicen / para vivir en rebaños, como los corderos; / yo, yo vivo solo, y no será mañana / el día en que siga su recto camino”
"No era en absoluto un árbol cultivado" recuerda las palabras de Patachou al presentar a Brassens por primera vez al público: "¡No es un cantante profesional..."
Para evocar a Brassens, muchos periodistas y escritores han elegido a menudo el símbolo del árbol, "un árbol bien arraigado en nuestra poesía..." (Pierre Seghers). La correlación entre su retrato y esta canción quizá no sea fortuita, ya que Brassens, al cantar Le grand chêne, parece aumentar su propia leyenda, o al menos confirmar la imagen que tenemos de él. Para perfeccionar la metáfora, por así decirlo.
Obsérvese que los árboles (sauce, roble, fresno, abeto, almendro, pino piñonero, olmo, árbol de Judas...) ocupan a menudo un lugar destacado en su obra:
"Estaré tan triste como un sauce... ¿Sigue en pie el roble o el abeto de mi ataúd?” (El Testamento)
"¡Tenía el almendro más bonito del barrio!” (El Almendro)
"Preferiblemente un pino parasol..." (Súplica para ser enterrado en la playa de Sète)
"¡Espérame bajo el olmo! " (Los que no piensan como nosotros).
Pero su apego a los árboles se revela sobre todo en dos canciones, una de sus mayores éxitos, Auprès de mon arbre, y la otra, un poema que ha permanecido inédito: Le fidéle absolu (musicado por varios intérpretes);

Je n'ai vu qu'un seul arbre, un seul, mais je l'ai vu,
Et je connais par cœur sa ramure touffue,
Et ce tout petit bout de branche me suffit:
Pour connaître une feuille, il faut toute une vie.
Si l'envie vous prenait de vous pendre haut et court,
Soyez gentil, ne vous pendez pas à mon arbre!
(Sólo he visto un árbol, sólo uno, pero lo he visto,
Y conozco de memoria su tupido ramaje,
Y este pequeño trozo de rama es suficiente para mí:
Para conocer una hoja, se necesita toda una vida.
Si quieres ahorcarte, alto y corto,
sé amable, no te cuelgues de mi árbol.)

“Los árboles -comenta- son de gran importancia, aunque no he visto tantos árboles, basta con ver uno o dos. Cuando ves un bosque entero, no ves más".
Esta canción es también una bonita forma de rendir homenaje a La Fontaine, el amigo que le acompañó hasta su lecho de muerte. También rindió homenaje a François Villon (Le moyenâgeux) y a Appollinaire (Les ricochets). Además, ¿no se puede advertirse un zarpazo en Los amores en los blancos públicos como los había dado en L'épave a las prostitutas, los estudiantes, los taberneros, los vagabundos, los obreros, en fin, al mismo pueblo que había celebrado, defendido, en una palabra, tan bien cantado?
Los bondadosos amantes, después de haberlo maltratado, llegaron a sacrificar al pobre roble: "Un triste día, por fin, esta pareja sin confesión / lo pasó por el hacha y lo puso en el fuego”. Los árboles también tienen sus Thénardiers (familia de personajes mezquinos en la novela de “Los Miserables” de Víctor Hugo).
Brassens termina su canción con una nota optimista. A diferencia del cura de su parroquia, ese "santito" que duda de la existencia de robles en el cielo, Brassens cree en ellos. O le gusta creer en ello. Quizá tenga razón... si el paraíso existe, ¿por qué no lo sería también para un animal o un vegetal, para todo cuanto vive y se mueve en la tierra? A veces hay más espiritualidad y humanismo en un poeta ateo que en muchos religiosos...

(Jean-Paul Sermonte en Les amis de Georges. Traducción libre)

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