Cupido se hace el loco (artículos)
Comentarios
“Ocurrió a últimos de 1978 o principios de 1979. Después del obligado recorrido por los bares habituales del centro de un Madrid que estrenaba libertad, Joaquín Sabina y Javier Krahe deciden tomarse la última en casa del primero, escuchando el último disco de Georges Brassens: Trompe la mort, de 1976. El noveno tema del disco, Cupidon s’en fout, suena seis o siete veces seguidas. Les entusiasma la estructura de una canción de cuartetos endecasílabos y rima consonante, en los que el último verso es siempre el mismo, dándole nombre a la canción y dotándola de una espina dorsal pegadiza al rimar de la misma forma en los versos pares. Se despiden. Krahe se va a su casa. A la mañana (o a la tarde) siguiente, llama a Sabina. Le dice que sobre el esqueleto de Cupidon s’en fout ha escrito una canción. Joaquín le responde que él ha escrito otra. La canción de Krahe es ¿Dónde se habrá metido esta mujer?; la de Sabina, Pongamos que hablo de Madrid.
¿Dónde se habrá metido esta mujer? es la primera canción, según el propio Krahe, que escribe con un tema muy claro rondándole en la cabeza y no nace de un verso, aunque muy probablemente el primer verso fuese, de antemano, el título de dicha canción. Un soliloquio del marido que no quiere enterarse de que ha sido abandonado por imbécil. Una radiografía cínica y certera de los engranajes del machismo. La melodía, de Alberto Pérez, compañero de escenario y conocedor de Brassens, se parece mucho a la original de Cupidon s’en fout.
Pongamos que hablo de Madrid, en cambio, es una fotografía llena de detalles donde Joaquín Sabina se deja llevar por el anecdotario más poético de una ciudad que empieza a mostrarse tal y como es. La melodía, debido a la posible contaminación de Cupidon s’en fout en Sabina, es de Antonio Sánchez y, ésta, sí dista de la canción de Brassens. Sabina la descarta del repertorio en directo de La Mandrágora porque no cree que vaya a gustar.
Introducidos con las notas saltarinas de una guitarra los versos de “Cupido se hace el loco” nos sorprenden desde el principio. En cada estrofa se cuenta una decepción; sin embargo, como en la vida, vuelve a intentarse la aventura en el siguiente cuarteto. ¡Y nueva decepción! Pero, claro: ¡la culpa la tiene Cupido, que no está a lo que tiene que estar! La situación recuerda a Marietta, pero con el enamorado en posiciones avanzadas; ganando la batalla, pero no la guerra. Hay una nostalgia latente, más por algo que nunca llega que por algo pretendido y soñado. Es la decepción del amor sin chispa.
Me gustó mucho adaptar esta canción. Conocía la versión de Antonio Selfa y me gustó. Esa trasposición al lenguaje popular de hoy día, ese ¡copón! tan conquense (el copón está, en efecto, en el escudo de la ciudad) esa ristra de expresiones populares: copón, mamón, revolcón, putada, guarradas… y sobre los dos últimos versos: (en el original uno repetido):
Hay días en que Cupido (¡copón!)
pasa de ti, pasa de mí, pasa de ‘to’.
Inspirado en parte en esta adaptación e intentando imitar el estilo poético del autor (eliminé palabras vulgares que no aportaban nada a la belleza del poema) compuse la mía. Decidí utilizar “cabrón” (un “juron”, muy brasseniano) que hoy día casi se utiliza con ternura y que me permitía rimar en aguda con todos los versos pares. Me parece que expresa mejor ese resentimiento resignado del amante que el ¡copón! conquense que, por otra parte, no deja de ser simpático.
Cupidon s'en fout fue grabada el 1 de noviembre de 1976. Esta canción puede considerarse una de las joyas del último álbum de Brassens.
¡Ah, Brassens tuvo que querer mucho a su Cupido! Junto con Venus, es indiscutiblemente su personaje mitológico favorito. La evoca en ocho de sus canciones más conocidas: Le mécreant, Les amours d'antan, Le fantôme, La non-demande de mariage, Bècassine, Sauf le resplect que je vous dois, Histoire de faussaire, Cupidon s'en fou, sin olvidar la canción interpretada por Jean Bertola: Entre l'Espagne et l'Italie.
Cupido, dios del amor en la mitología romana, se asimila al dios griego Eros. Brassens probablemente encontró el nombre de Eros menos melodioso y la pronunciación más austera, y sólo lo mencionó una vez así, en Le grand Pan: "La plus humble amourette était alors bénie / Sacré par Aphrodite, Êros et compagnie”.
Por suerte, Cupido ha heredado las cualidades de su madre, Venus, diosa del amor, (símbolo de la inefable seducción femenina), más que el carácter bélico de su padre, Marte, dios de la guerra (nombrado sólo una vez en La guerre de 14-18.) Entre la Venus encantadora y el ardor guerrero, es la vida -el amor- la que ha vencido en el pequeño dios...
Si bien es retratado como un joven de gran belleza, algunas personas no pueden reprimir una especie de ansiedad fascinante cuando se cruzan en su camino: "Al mismo tiempo vi al niño Cupido [...] Aunque tenía en su rostro la ternura, la gracia y el juego de la infancia, había algo en sus ojos penetrantes que me asustó”. (Fénelon, en Telémaco).
Si el arzobispo de Cambrai hubiera conocido a Brassens, sin duda habría apreciado los pocos versos de las canciones que corroboran su gusto por el ángel de alas doradas...
El tema del desencanto amoroso es muy querido por Brassens. En esta canción, el leimotiv del estribillo: Cupidon s'en fou tiende a hacer que los amantes se sientan menos culpables. Si su pobre idilio ha fracasado, no es culpa suya sino de los dioses, a veces distraídos, a veces juguetones, a veces crueles. No es de extrañar que Cupido y sus travesuras estén tan presentes en la obra de Brassens (en contraposición a Anteros, el hermano de Cupido, que encarnaba el amor recíproco).
Lo nombra por primera vez en Le mécréant, sin privar a su ironía de un poco de homofobia al evocar a esos hombres de hoy "que tienen la perversa inclinación / de obstinarse por tomar a Cupido al revés". En cambio, en Penélope (1960) no menciona su nombre, pero le atribuye los calificativos de "ángel" y "demonio". Pero ángel o demonio, el caso es que posee el formidable poder de lanzar flechas al corazón, destrozando un destino, o despertando las emociones del amor en un cuerpo dormido.
¿Alguna vez has deseado volver a ver en tu camino,
este ángel, este demonio, que con el arco en la mano
dispara flechas malignas,
que devuelve su carne femenina a las más frías estatuas,
las derriba de sus pedestales, sacude su virtud,
arranca su hoja de parra?
En Sale petit bonhomme (1969), una vez más, no menciona el nombre de la joven deidad. Sin embargo, ¡toda la canción está dedicada a ella! La línea es más aguda esta vez, ya que apostrofa al joven, culpándole de sus desavenencias amorosas:
Apenas descendió de su negra calesa, nos dijo:
Este canto a la desilusión de un poeta que pone el sello de la burla elegante y el humor en lo que podría haber sido sólo amargura, despierta una emoción particular.
¿No es una forma de despedirse de la vida en la tierra? El último disco, la última gira del cantante, el último programa de televisión donde la cantó por última vez (Escale en Languedoc, de Évelyne Pagès, el 4 de mayo de 1981, unos meses antes de su muerte...)
El bonito ritornelo entre los versos suaviza un poco la seriedad del tema y casi da un aire ligero a ... ¡una ruptura sentimental!
En la última estrofa, después de desear buena suerte a los jóvenes amantes de la época actual:
¿Dónde se habrá metido esta mujer? es la primera canción, según el propio Krahe, que escribe con un tema muy claro rondándole en la cabeza y no nace de un verso, aunque muy probablemente el primer verso fuese, de antemano, el título de dicha canción. Un soliloquio del marido que no quiere enterarse de que ha sido abandonado por imbécil. Una radiografía cínica y certera de los engranajes del machismo. La melodía, de Alberto Pérez, compañero de escenario y conocedor de Brassens, se parece mucho a la original de Cupidon s’en fout.
Pongamos que hablo de Madrid, en cambio, es una fotografía llena de detalles donde Joaquín Sabina se deja llevar por el anecdotario más poético de una ciudad que empieza a mostrarse tal y como es. La melodía, debido a la posible contaminación de Cupidon s’en fout en Sabina, es de Antonio Sánchez y, ésta, sí dista de la canción de Brassens. Sabina la descarta del repertorio en directo de La Mandrágora porque no cree que vaya a gustar.
(Extracto de un artículo de David Bermejo en su web: Drugstoremag.es; el 19 de octubre de 2016)
Introducidos con las notas saltarinas de una guitarra los versos de “Cupido se hace el loco” nos sorprenden desde el principio. En cada estrofa se cuenta una decepción; sin embargo, como en la vida, vuelve a intentarse la aventura en el siguiente cuarteto. ¡Y nueva decepción! Pero, claro: ¡la culpa la tiene Cupido, que no está a lo que tiene que estar! La situación recuerda a Marietta, pero con el enamorado en posiciones avanzadas; ganando la batalla, pero no la guerra. Hay una nostalgia latente, más por algo que nunca llega que por algo pretendido y soñado. Es la decepción del amor sin chispa.
(Comentario de fuente no datada)
Me gustó mucho adaptar esta canción. Conocía la versión de Antonio Selfa y me gustó. Esa trasposición al lenguaje popular de hoy día, ese ¡copón! tan conquense (el copón está, en efecto, en el escudo de la ciudad) esa ristra de expresiones populares: copón, mamón, revolcón, putada, guarradas… y sobre los dos últimos versos: (en el original uno repetido):
Hay días en que Cupido (¡copón!)
pasa de ti, pasa de mí, pasa de ‘to’.
Inspirado en parte en esta adaptación e intentando imitar el estilo poético del autor (eliminé palabras vulgares que no aportaban nada a la belleza del poema) compuse la mía. Decidí utilizar “cabrón” (un “juron”, muy brasseniano) que hoy día casi se utiliza con ternura y que me permitía rimar en aguda con todos los versos pares. Me parece que expresa mejor ese resentimiento resignado del amante que el ¡copón! conquense que, por otra parte, no deja de ser simpático.
(Comentario del autor)
Cupidon s'en fout fue grabada el 1 de noviembre de 1976. Esta canción puede considerarse una de las joyas del último álbum de Brassens.
¡Ah, Brassens tuvo que querer mucho a su Cupido! Junto con Venus, es indiscutiblemente su personaje mitológico favorito. La evoca en ocho de sus canciones más conocidas: Le mécreant, Les amours d'antan, Le fantôme, La non-demande de mariage, Bècassine, Sauf le resplect que je vous dois, Histoire de faussaire, Cupidon s'en fou, sin olvidar la canción interpretada por Jean Bertola: Entre l'Espagne et l'Italie.
Cupido, dios del amor en la mitología romana, se asimila al dios griego Eros. Brassens probablemente encontró el nombre de Eros menos melodioso y la pronunciación más austera, y sólo lo mencionó una vez así, en Le grand Pan: "La plus humble amourette était alors bénie / Sacré par Aphrodite, Êros et compagnie”.
Por suerte, Cupido ha heredado las cualidades de su madre, Venus, diosa del amor, (símbolo de la inefable seducción femenina), más que el carácter bélico de su padre, Marte, dios de la guerra (nombrado sólo una vez en La guerre de 14-18.) Entre la Venus encantadora y el ardor guerrero, es la vida -el amor- la que ha vencido en el pequeño dios...
Si bien es retratado como un joven de gran belleza, algunas personas no pueden reprimir una especie de ansiedad fascinante cuando se cruzan en su camino: "Al mismo tiempo vi al niño Cupido [...] Aunque tenía en su rostro la ternura, la gracia y el juego de la infancia, había algo en sus ojos penetrantes que me asustó”. (Fénelon, en Telémaco).
Si el arzobispo de Cambrai hubiera conocido a Brassens, sin duda habría apreciado los pocos versos de las canciones que corroboran su gusto por el ángel de alas doradas...
El tema del desencanto amoroso es muy querido por Brassens. En esta canción, el leimotiv del estribillo: Cupidon s'en fou tiende a hacer que los amantes se sientan menos culpables. Si su pobre idilio ha fracasado, no es culpa suya sino de los dioses, a veces distraídos, a veces juguetones, a veces crueles. No es de extrañar que Cupido y sus travesuras estén tan presentes en la obra de Brassens (en contraposición a Anteros, el hermano de Cupido, que encarnaba el amor recíproco).
Lo nombra por primera vez en Le mécréant, sin privar a su ironía de un poco de homofobia al evocar a esos hombres de hoy "que tienen la perversa inclinación / de obstinarse por tomar a Cupido al revés". En cambio, en Penélope (1960) no menciona su nombre, pero le atribuye los calificativos de "ángel" y "demonio". Pero ángel o demonio, el caso es que posee el formidable poder de lanzar flechas al corazón, destrozando un destino, o despertando las emociones del amor en un cuerpo dormido.
¿Alguna vez has deseado volver a ver en tu camino,
este ángel, este demonio, que con el arco en la mano
dispara flechas malignas,
que devuelve su carne femenina a las más frías estatuas,
las derriba de sus pedestales, sacude su virtud,
arranca su hoja de parra?
En Sale petit bonhomme (1969), una vez más, no menciona el nombre de la joven deidad. Sin embargo, ¡toda la canción está dedicada a ella! La línea es más aguda esta vez, ya que apostrofa al joven, culpándole de sus desavenencias amorosas:
Apenas descendió de su negra calesa, nos dijo:
"He venido a buscar mis flechas;
ahora para vosotros son superfluas".
Sin una sombra de tristeza o melancolía,
lo vimos empacar la vana panoplia
de los amantes que ya no juegan."
En Cupido s'en fout, utiliza el término más prosaico "utensilio", que comúnmente se refiere a un simple accesorio de uso doméstico. Panoplia o utensilio, los atributos del querubín regordete son los símbolos que caracterizan su silueta en la multitud de obras pictóricas que lo representan: las alas, las flechas, la aljaba, la venda sobre los ojos... Este canto a la desilusión de un poeta que pone el sello de la burla elegante y el humor en lo que podría haber sido sólo amargura, despierta una emoción particular.
¿No es una forma de despedirse de la vida en la tierra? El último disco, la última gira del cantante, el último programa de televisión donde la cantó por última vez (Escale en Languedoc, de Évelyne Pagès, el 4 de mayo de 1981, unos meses antes de su muerte...)
El bonito ritornelo entre los versos suaviza un poco la seriedad del tema y casi da un aire ligero a ... ¡una ruptura sentimental!
En la última estrofa, después de desear buena suerte a los jóvenes amantes de la época actual:
Cuando vayáis al bosque a flirtear,
jóvenes galanes, que el cielo los acompañe.
Termina con un verso que quizá sea uno de los más tristes de su repertorio: Yo no tuve tanta suerte y lo lamento.
(Artículo de Jean-paul Sermonte en Les amis de Geroges. Traducción libre)
Comentarios
Publicar un comentario